Manuela Carmena no es de hoy ni de mañana, sino de siempre y del barrio de Malasaña, aquel barrio de Maravillas, rayano a Chueca, que contó Rosa Chacel. Teniendo el Consistorio hecho un cisco entre las confluencias, entre la Mayer y los enchufes, ella, Manolita Carmena, anda preocupada por el amor transexual, heterosexual, homosexual, intergeneracional, heteróclito, pues Manuela Carmena ha venido desde los viejos barros de la Transición a hacer de Madrid -de este rompeolas de las neoespañas plurales del neosanchismo y sus neopaquetes- la capital mundial del amor.
La capital mundial del amor durante unos días, con permiso de París vía Twitter, que anda París en cosas más serias que en rociar de azúcar toda una ciudad desde el balcón del Ayuntamiento. Anne Hidalgo (alcaldesa de París) le ha dicho que sí, que para Carmena el amor, y no se sabe si Hidalgo (andaluza) lo ha dicho con gracia gaditana o con esa solidaridad que se tienen los alcaldes en tanto que la vida es un triste trámite municipal, y Carmena se hace un pan como unas tortas, y hasta unas galletas arcoíris si es menester.
Pero al Madrid de Carmena le salió antes de Carmena una romería entre los isidros y la Paloma con el organillo tocando por Mercury, y esa romería es el Orgullo, que hay que verlo como una reivindicación en transitivo y fiestero, pues otras reivindicaciones -la República, el 0,7%, o el Gibraltar español- siempre acababan como festejo tristón y endogámico.
Lo positivo del día del Orgullo, con popper o con sugar free, es que los políticos que vinieron detrás de Zerolo y de la Ley de ZP andan desubicados en la procesión, con cara de propaganda y un abanico de cartón entre que los LGTBI+ y los machirulos y los indefinidos los miran, a los políticos, con desconfianza y se palpan la cartera, que no hay que fiarse.
Manuela Carmena es estos días la munícipe del amor, una carroza de ternura, una abuela entrañable en una tercera juventud que quizá no aplaque a las mareas que la auparon, pero que de momento la siguen teniendo en Cibeles como reinona de ese foro que más que rojo es berenjena pocha.
Pasa que Madrid no quiere que al amor y al sexualismo libre lo vengan a ideologizar o consentir o a subvencionar mediante un bando consistorial. La alcaldesa de París y la de Madrid se han hermanado en el amor, y qué zapaterismo más cuqui, pero la homofobia sigue dando palizas y algunos pueblos carcas de Madrid andan escondiendo el arcoíris. Ramoncín me recuerda su poema Marica de terciopelo a los 40 de su creación, Ramoncín me pide que en la consecución del Orgullo se tengan en cuenta sus pioneros, "sus hechos y sus fechas".