La astracanada tendría gracia. Berlanga haría un documental sin mucho montaje, con cuatro trolls independentistas contándole lo bien que se ha de vivir en el cinturón rojo de Barna siendo una República cupaire, hiperdemocrática, plural y feminista tope. Tendría gracia. Mucha, muchísima gracia. Sería un descojone si no fuese porque en el mundo nos miran ya con lupa por los aciertos y desaciertos de la descentralización de España vuelta pesadilla.
Figúrense esa Cataluña dorada del indepe; la desaparición de las clases sociales, la burguesía cogida por las criadillas y uno de Barcarrota quemando con gusto la bandera constitucional aunque luego se despierte orinado. Es puro Berlanga; y a falta del industrial catalán de los porteros, del Sazatornil en la montería, tenemos a Trapero, que es la posverdad, la mentira, el Vaquilla y la chulería pijoapartesca venida a más: con nómina y permiso para pegar tiros si se tercia. Trapero es un señor con unos galones rimbombantes que no van más allá de Tortosa, un uniforme sudado como de ferroviario de la RENFE en el apeadero de Almendricos (Murcia), y el bozo de cuatro días para transmitir dureza. Luego dicen que sí, que comunica "molt bé".
Y a falta de destape en el guiso, Rufíán y Junqueras por aquello de la cosa bizarra. El cura vendría a ser Pujol, del que Vázquez Montalbán contó por boca de Carvalho que era el ala radical del catolicismo catalán. Y en esto que el guiso independentista va dando sus resultados, como nos contó el domingo este periódico: "Un 50,1% está a favor de la independencia".
En ese 50,1 % son todos antifascistas, feministas, quieren un mundo mejor y un perro adoptado en la segunda residencia de Berga: a la vez y a tiempo completo. Todo empezó cuando las editoriales manipularon libros de texto, cuando en Cataluña restaban butifarras y en La Mancha melones en los problemas de matemáticas. Mucho más tarde sería la mala gripe del padre Pujol, español del año y tahúr consumado en la bandolería del Pirineo. O aquella asamblea de la CUP que nos robó el oremus. O cuando al disidente Morán le mandaron un burofax con la carta de despido, que es como lo del caballo de Vito Corleone pero dejando sello, matasello y registro.
Rajoy en todo esto es el artífice por dejación. Mariano es un ingeniero de naderías que ha llevado a España al abismo. Su sentido de patria reside en decirnos en Valencia que no abdicará -va en minoría- y pagarle un puente aéreo a Soraya, que, más que templar gaitas, intoxica para reinar mañana en lo que quede entre Castellón y Tarifa. Ahí están las cifras, 50,1 % de los catalanes a favor de la independencia. Bildu ya ha dicho que no quieren la "cara de burros" de seguir en España mientras CAT vuela libre. En todo caso Rajoy camina y nos revienta. En los carteles, Netflix vende la 3 de Narcos con la más célebre frase de MR.