Ocurre con las entrevistas a Rajoy algo singular: uno no sabe al final quién se encuentra más incómodo, si él o el entrevistador. Por eso me solidarizo con Alsina, su última víctima.
Creo no arriesgar mucho si digo que para el presidente del Gobierno los periodistas somos un mal menor de la sociedad, como las alarmas antirrobo de la ropa de marca o las colas de domingo en el Vips. Hay que soportarlas. Pero ¿no podría disimular un poco?
La incomodidad del entrevistador, quede claro, no viene porque Rajoy resulte desagradable o agresivo. No. Es consecuencia de su apatía, de su empeño en no decir nada remotamente interesante y en dejar correr el tiempo sin concretar una idea cautivadora. Y los segundos van cayendo a plomo. Es su forma de echarnos en cara a los periodistas la inutilidad de nuestro trabajo. "¿Véis como esto no sirve para nada?", parece querer transmitir en cada circunloquio.
No puede creerse que Rajoy desconociera que Alsina le iba a preguntar por la corrupción, poniéndose como se ha puesto la Gürtel. ¿Creen que se preparó algo? Nadie lo diría. Contestó con pereza, en plan a-mí-qué-me-cuenta-usted: que si el PP no es perfecto, que si él está a lo que digan los tribunales, que no puede controlar lo que hacen los "cientos de miles" de personas que hay en su organización... Pero oiga, ¡que Bárcenas tenía su despacho sólo una planta más abajo que la suya y llegó a cobrar la nómina más alta del partido!
El único momento de emoción lo puso un silencio tenso. Sucedió después de que el líder del PP y presidente del Gobierno diera a entender que no sabía con certeza si Camps seguía teniendo carné de afiliado. El locutor se sorprendió y pidió que aclarase esa circunstancia. Rajoy se quedó mudo. En realidad, el micrófono recogió un sonido gutural, mínimo, ambiguo y en forma de risa nerviosa que igual podía interpretarse como un claudicante "la he cagado" o un retador "hasta aquí hemos llegado listillo: pasemos a otro tema".
Después, ni asomo de luz en una espesa maraña de lugares comunes. Eso sí, intentará hundir definitivamente el poco periodismo que nos queda presentándose otra vez como candidato a la Moncloa.