Nada en Elsa -Vila- Artadi es casual ni casual. El horizonte lo tiene abierto, le sonríen el prófugo y lo inmediato, y las gafas de pasta levemente supremacistas y a juego con el lacito amarillo corroboran ese conjunto donde nada va al azar. Ese look que nos viene a decir que se puede andar en las cañerías, intrigando, con un Dior y con las mechas al punt. Algo así como el prusés tuneado en una chica moderna.
Que dice Artadi, finde soso, que Puigdemont no puede ser simbólico, sino que Puigdemont ha de ser de carne y hueso y cuerpo presente y mirada perdida en el Parlament. Y es que de todo el navajeo del golpismo uno va viendo cómo la cosa se enlaguna por capítulos: a la espera de que Soraya dé por bueno algún o alguna supremacista de los que vienen postulándose en las butifarradas civiles en Tractoria; ésas que han llevado el 15-M a lo vernáculo y gastronómico. El "relato" que dicen los cursis quizá sea el parte diario de puñaladitas, sí, entre esa mayoría social y sus élites.
De Artadi, aparte del abrigo que presupuestó este periódico, sabemos que es la portavoza oficiosa de Puigdemont, del que ya se ha escrito hasta la saciedad y se ha convertido en musa de nuestros duermevelas prusémicos, cuando dejamos la radio encendida y algo, "histórico", pasa en un cafetín de Bruselas. Pero Artadi ha venido con un doctorado en Harvard y ese optimismo nato de sus dioptrías. Portavoza sí, pero como para que Puigdemont calle por omisión, y así cuando Carles largue en su corporación audiovisual de flamencos y teuvetreros, su mensaje suene solemne en la Europa de los pueblos y en las vaquerías del Pirineo. Y ella en la pomada y a verlas venir y lo que sea, será.
Y sí. Artadi volvió el finde a contarnos que Puigdemont nasti de simbólico, pues para formar una zapatiesta con urnita y contramarchas no se precisa más que un teléfono y unos mossos vagos en mera observancia de las turbas indepes. Y en Flandes viene aprendiendo Puigdemont cosas, correajes y banderas que nunca imaginó en su recoleto ayuntamiento. Artadi pasa por cuota intelectual, pero esas gafas y ese abriguito nos dicen que Artadi viene cargada de futuro. Si de Rovira se dijo que era la García Carrés del golpe en sus inicios, de Artadi concederemos que está y se le espera. El golpismo pasa de un cateto a una niña bien de Barcelona, y la Historia cada día nos sorprende más.
Mañana me dirán de coser heridas. Aunque el supremacismo sangra poco en realidad y demasiado pronto le hicimos la caricatura a @KRLS. Su niña da juego.