Insensatos, cobardes y llorones
Estos dos hombres de frente despejada y aspecto funerario se consolaban mutuamente el pasado viernes camino del Tribunal Supremo, como se confirmó horas más tarde, antesala de la cárcel.
El de la izquierda, más alto, desgarbado y entero, es el exconsejero catalán Josep Rull; el de la derecha fue número dos de Puigdemont y postre desechado en el menú fast food de la investidura en el Parlament.
La imagen suscitó un montón de consideraciones lastimeras por parte de los políticos separatistas en el paseíllo constituido para la ocasión. Las declaraciones campanudas y las muestras de “solidaridad” y “empatía” de sus compañeros sin cuentas pendientes con la Justicia destilaban el ricino oscuro de los pusilánimes, los hipócritas y los cínicos. Lo increíble, por otro lado, es que desde el periodismo se dé pábulo y cobertura a ese tipo de ficciones y dobleces. Cinco notas:
.-La compasión es un sentimiento sin traducción política posible: en el plano jurídico y penitenciario se decretan indultos y se producen excarcelaciones según situaciones particulares. Los delincuentes comunes y sus familias también sufren la privación de libertad y no son menos que estos tipos. Con aquello de "Odia el delito, compadece al delincuente" se zanja cualquier contradicción en este sentido.
.-La Justicia no persigue el independentismo como idea y proyecto político, sino el quebranto de las leyes, la desobediencia de los tribunales, la malversación de fondos públicos de todos los catalanes para nutrir el golpe y, en definitiva, un plan preconcebido y ejecutado chapuceramente para romper España.
.-Estos tipos son juristas, son personas formadas que sabían a qué se exponían cuando, de manera premeditada y contumaz, convirtieron al conjunto de los catalanes en rehenes de su fanatismo.
.-De llevar a término la proclamación de independencia la crisis catalana hubiera derivado en un conflicto civil impredecible. Ayer uno de los responsables políticos más absurdos e inepto de todo el procés -y a las pruebas me remito-, el exconsejero de Exteriores, Raül Romeva, se acordó del cumpleaños de su hija ante el juez Pablo Llarena. ¿Cuántos heridos, cuantos encarcelados y cuántos muertos en enfrentamientos con los cuerpos de seguridad hubiera necesitado este hombre incapaz de lograr el apoyo internacional que hubiera requerido la nonata república catalana para acordarse del sufrimiento que sus acciones iban a infligir a sus hijos y a los de los demás?
.-Muchos de estos hombres y mujeres de Estado han demostrado ser unos patanes indignos de representar a nadie e incapaces no sólo de velar por el interés general, sino de ponerse de acuerdo entre ellos teniendo mayoría parlamentaria. Carles Puigdemont y Toni Comín deberían al menos haber dejado sus actas para que Jordi Turull hubiera entrado en la trena investido presidente.
.-A Artur Mas debería darle vergüenza ver como quienes le siguieron entran en la cárcel mientras él sigue en libertad. Roger Torrent no ha estado a la altura al convocar una investidura de urgencia para poner en un brete al Estado sin tener primero garantizado el voto favorable de la CUP. Marta Rovira, la de Lluitarem fins el final!, debería haber comunicado a sus compañeros que se fugaba para que cada cual hubiera tenido al menos la opción de hacer lo mismo. Y Jordi Turull tiene motivos para sentirse hundido porque, además de entrar en la cárcel, su discutible heroicidad, su sacrificio, ha terminado en un bochornoso ridículo: ya hay alguien en la cárcel más pringado que Junqueras.
.-De esta sólo se libran los antisistema de la CUP porque cuentan con el bulo que las sociedades adultas dan a los niños, a los oligofrénicos y a los lunáticos. El resto, unos insensatos, unos cobardes y unos llorones.