Después de todo lo que fue la semana, con el país en estado insalvable de descomposición, se le ocurrió a Rajoy felicitar al Madrid con un tuit. Fue un gesto a título lucrativo de normalidad, aunque no tan normal cuando se esperaba su presencia en Kiev y le dejó los trastos de la representación al Rey Emérito (que sí que hizo acto de contrición, y por mucho menos). Ciertas urgencias gürtelianas, ay, no recomendaban al Estafermo dejar Moncloa ni el espacio aéreo de una España en B.
Con la zurraspa aireada en la Gürtel y lo que vendrá, Rajoy anduvo con el cacharro del tuiter y felicitó al Real Madrid con sus siglas MR, que son una rúbrica del desastre sostenido. A él le sirve y su masa crítica lo tolera. Y es curioso que él se llame MR cuando es "Mariano Punto" en la prosodia podemita de los prochalet... Lo importante, no obstante, es lo que comunica MR por las RRSS en medio del vacío nacional y la sobreabundancia de emplumados íntimos.
Cuando miremos estos días a la distancia, no nos acordaremos de la alineación de Zidane, ni de un galés justificado a base de chilenas. No, aquel mayo en la memoria será 'la memoria' (sic) de una ristra de pijos bronceados y un gallego socarrón que consintió.
Todo minuto con Rajoy deriva en implosión nacional y más dolor en la úlcera. Vuelvo a mirar el tuit de Rajoy: "Hasta el final", y preveo las doce plagas, el crujir de dientes y el Estafermo impasible ahí, felicitando a la Selección y trotando cochineramente en esa España en la que se puso definitivamente el sol.
Los analistas dan por muerta la legislatura y uno sabe que Rajoy se crece como una rara flor en el detritus propio. Sus lacayos multimedia pueden y van a sorprendernos. Quizá lo veamos. Rivera y Sánchez tienen la oportunidad de extirpar el tumor, y así que Dios los bendiga -son jóvenes-. En la medida de lo posible y lo imposible.