No nos engañemos. En el alma de todo español de bien está el quitar los lazos amarillos como ejercicio de sanidad ideológica y de respeto al medioambiente. En todo constitucionalista está el despiojar a Cataluña entera de crucecitas y de esa propaganda 'gore,' tan ridícula como masiva. Bien hace Cs en poner a sus cargos a desalojar las calles de tanto plástico no degradable que amarillea de mal color las calles.
Porque los lazos y las cruces son el último ejército desalmado de Puigdemont/Torra; que más que un símbolo de 'sus presos' son la viva imagen de una borrachera eterna y consentida de ratafía.
Toda plaza mayor catalana es ahora un Gólgota con mil malos ladrones, con mil cruces amarillas. La manada 'indepe' ocupa el espacio público desde el suelo a la balconada; la manada 'indepe' da la brasa en las playas, se serigrafía a Junqueras en camiseta y va trayendo la república por la vía de la mercadotecnia barata.
Que una pobre criatura adolescente forre sus carpetas con fotos de Forn y lleve a Puigdemont en la camiseta ceñida evidencia un pecado de tierna juventud, de bendita inocencia con padres progolpistas. Pero que la fiscal general del Estado conceda que sea un Govern encabronado el que dote a los Mossos de unidades 'antiquitalazos', sí que da para cuestionarnos las bondades -o el descalzaperros- de la descentralización patria; cuando les transferimos hasta el hígado.
Cuando Francia se aburría, nos anunció Pierre Viensson-Ponté el Mayo Francés; cuando Cataluña se aburre, su gente, de la banca neoconvergente a la comuna 'cupera', se vuelca en el flashmob del 'lazocrucerismo'. Su consigna es colgar plasticos y látex amarillos en los quitamiedos y en las cunetas, como condones tristes que quieren significar como lágrimas pero, más bien, dan como grima.
De modo que hay que quitar lazos, aunque sea a bocados o con una navaja de cartón para que así no nos emplume un mosso de la cuerda. No se olvide que los lazos son plásticos, y los plásticos van a la mar, que es el morir de la cadena trófica. Una playa llena de cruces está bien para un rato, para un selfie de japoneses que no saben de qué va la vaina.
La convivencia pasa por quitar lazos en la medida de nuestras posibilidades. Por cada cruz amarilla se fugaron dos empresas. Desoír a Carmen Calvo y arrancar lazos es un ejercicio verdadero de liberación. Lo juro.