Dada la naturaleza de sus dependencias, el Gobierno de España es una máquina de rendirse y contradecirse. El Gabinete del Doctor Sánchez da miedo, pero no del tipo expresionista porque no usa sombras o perspectivas demenciales. Igual no tenían a mano las notas de Wiene para plagiarlas. Es un miedo de mediodía, de jardines de la Moncloa, mucho más espeluznante, con tipos sonrientes, corazoncitos en los papeles del Doktor, dudosas caligrafías infantiles, anuncios de bombas buenas.
Aquella vieja profecía, Das Cabinet des Doktor Caligari, era muda, clara ventaja sobre un Gabinete con Calvo y Celaá. El miedo moderno está en la normalidad del hotel de El Resplandor, que es como la normalidad de Cataluña. Un hombre aprovecha el invierno para escribir un libro. Todo muy normal hasta que la pobre Wendy cruza un salón, va hacia la mesa donde su marido tiene la máquina de escribir y echa un vistazo a su obra. Ahí no hay más que una frase, repetida una y otra vez sobre la diplomacia económica, digo sobre el “no por mucho madrugar...”.
Son pavores sin oscuridad, matinales, como cuando en el desenlace de Seven conducen al malo. Fotos de inquietante buen rollo y cursilerías sin cuento decoran la peli de miedo del sanchismo. Redondo no es Wiene; a sus obras las separa un siglo. No sé si fue con Pesadilla en Elm Street cuando el público percibió lo escalofriante de una cancioncilla infantil en un parque. Atrás quedaron las farolas torcidas, las ventanas asimétricas, los platós fatigados. Todo a plena luz.
A plena luz. Como la adaptación cinematográfica del Talented Mister Ripley. Tipos simpáticos y simétricos que en un nanosegundo se transforman. En el Gabinete estaban tan tranquilos apaciguando a golpistas, premiando a traidores e infamando a constitucionalistas, tan ricamente con sus helicópteros y sus rectificaciones compulsivas, cuando el Doktor se encontró con una pregunta sobre la tesis que escondía.
Perdió la compostura, mintió y mintió, habló largo rato a micrófono cerrado, alarmante monólogo. Luego amenazó a uno de los líderes de la oposición. Días después, como quien mora en tabernas portuarias, Ábalos, otro miembro del Gabinete del Doctor Sánchez, realizaría esta aportación al debate sobre el posible fraude en la tesis tóxica: “Quien me busca me encuentra”.
Llegados a este punto, la historia solo podría proseguir si se encanallara a la puerta de una taberna, con el oriundo de Torrente quitándose la americana y crujiéndose las cervicales con ladeos de cabeza. Así que punto final.