Aquello de "Pedro, qué es una nación", aquel debate con Sánchez trastabillando ideas y cosas queda ya muy lejos. Dio igual, se convenció a la militancia y puede que la pregunta de Pachi López no fuera exactamente así. Lo que ocurre es que hay un botarate armado que quiso matar a Sánchez, que supimos del presunto aspirante a magnicida 50 días después de que se le detuviera, y pasó que la culpa es de la crispación de Cs y PP.
Porque Sánchez no crispa, no, Sánchez nos bendice como todos aquellos entes virtuales que, como san Pantaleón, se aparecen una vez al año para licuar la sangre o para que el impuesto revolucionario por las hipotecas lo acaben pagando los bancos. Sánchez es el Santiago Matamoros que se aparece a quien tiene que afrontar una hipoteca, y desde entonces cree el hipotecado en el sanchismo como fase cool del sociatismo.
La crispación no es sacar a Franco al aire puro de la Sierra y bajarlo a las cercanías de la Plaza de Oriente, con lo significativo que es que el dictador vuelva al meollo del cogollo del bollo de un Madrid que no le gustó en demasía. Con Sánchez la crispación es que a dos coetáenos, Rivera y Casado, los acuses de extremar un puchero que es España: que es tu España, Pedro. El centro de Madrid volverá a ser ultra, y quién dice que no a un Casa Pepe de Despeñaperros a cien pasos de la tumba privada de Franco. Ay.
Después está el día a día de un Gobierno de egos y desechos transitivos. El logro democrático de que Carmen Calvo tenga un programa y de que el bandazo y la rectificación sean una extraña manera de gobernar. Los ministros bonitos acabaron por ser los ministros emprendedores; de un emprendimiento que les daba vergüenza contar, y por eso la dimisión ya ni se concibe.
El sanchismo por noviembre viene a ser esto. Hablar de la Constitución en Alsasua es una provocación, porque la Constitución tampoco hay que airearla mucho. Nadie se cree al sanchismo, pero está y existe, con algún militante gagá, el ego de Pedro, la connivencia de un antisistema y los barones que ya callan por no avivarse un infarto.
Por noviembre, el sanchismo ni ha traído felicidad ni amor. Con el frío, el sanchismo se parece más a la nada y al vacío. Pero Sánchez sigue, en forma correlativa a las úlceras en la patria.
Su resiliencia, nuestro estómago.