El PSOE es el partido más importante de España. Lo ha dicho Rafa Latorre en su libro Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido y yo estoy de acuerdo con él: "Una de las pocas cosas comunes a todo español es que se pasa la vida deseando votar al PSOE y, cuando este se deja, eso le hace sentir una enorme tranquilidad de espíritu".
Si un extraterrestre aterrizara hoy en España llegaría a dos conclusiones. Que los españoles venimos en dos formatos sexuales, hombre y mujer, y en dos formatos políticos: español del PSOE y español resentido con el PSOE, que es una manera como otra cualquiera de sufrir por el amor del PSOE cuando este ha dejado de ser correspondido.
El español no quiere que Podemos nacionalice la banca o que el PP recentralice la educación, sino que tanto una cosa como la otra se la conceda o se la niegue el PSOE. Recuerda el español a esos lebreles asustadizos que rechazan el pienso y hasta la libertad si se los ofrece un extraño pero que devoran a dos carrillos el mendrugo de pan que cae de las manos del dueño que lo ata cada noche a un poste oxidado. Si algunos acaban votando a otros partidos lo hacen no tanto por entusiasmo conservador, o liberal, o comunista, como por joder a los socialistas. Es una sutil forma de esclavitud voluntaria.
El PSOE ha hecho todo lo necesario a lo largo de su historia para ser considerado como un peligro para las vidas y las haciendas de todos los ciudadanos españoles. Fueron cuarenta años de régimen franquista los que le permitieron al socialismo hacer tabla rasa de los crímenes de su pasado y reaparecer en 1978 como si los golpes de Estado, los asesinatos de líderes de la oposición y el intento de imponer un régimen autoritario por la fuerza en España hubieran ocurrido en otra dimensión espacio-temporal: "Ese Largo Caballero del que usted me habla…". Perder la Guerra Civil le permitió al PSOE sobrevivir a su pasado. Lo mismo ocurrió en Cataluña con ERC.
No ha habido encrucijada democrática a lo largo de los últimos cuarenta años en la que el PSOE no haya optado por el peor camino posible para los intereses de los ciudadanos españoles. Sus errores en Cataluña, impropios de un partido que se supone socialista, han encanallado la vida política española e inyectado aluminosis en los pilares del Estado de derecho. Sus éxitos, por el contrario, han sido meros subproductos del signo de los tiempos y nada hace pensar que un gobierno conservador no hubiera optado por las mismas o muy parecidas soluciones de haberse encontrado en ese preciso instante en el lugar del PSOE. No puede decirse lo mismo de los éxitos de sus rivales políticos, imposibles de imaginar en manos del PSOE.
La decadencia del PSOE en España, sólo maquillada por el éxito de la moción de censura contra Mariano Rajoy y por esos 4-5 puntos extra de intención de voto con el que son agraciados todos los partidos que ocupan la Moncloa, no es muy diferente de la sufrida por el resto de partidos socialdemócratas europeos. Pero ahí los tienen: cabalgando las olas en medio de la tormenta, con medio Gobierno empapado hasta los calcetines y el otro medio boqueando los pulmones, en una zodiac pinchada alquilada al nacionalismo y con Iglesias, Montero y Echenique a los remos. Si algo, en fin, ha quedado claro a lo largo de los últimos cien años de honradez, es que el socialismo flota.