Las lágrimas de Irene Montero en el Matadero de Madrid. Con un jersey que recuerda vagamente a un poncho de Chabuca Granda. Y sus lacrimales, sí, emocionados. Todo muy teatral, muy sensiblero. Parar a los "trillizos de la derecha", como si en Andalucía, más que urnas, hubiese entrado la Panzer Division a lomos de un caballo alazano.
Pero está bien que Irene Montero se emocione y lleve el discurso a lo emotivo; su pariente Iglesias es más de teorizar sobre los polvos y los lodos; que la coyunda fuera del heteropatriarcado sabe mejor. Y se disfruta más. Y aquí paz y después gloria. Y se agradece que Irene Montero sea sensible, y gimotee, y sea solidaria con las marujas de La Caleta y con las médicos de familia de la zona del Marquesado granadino. Podemos estaba muerto y Abascal les ha dado una lucha, un motivo de manifa y por ahí seguido.
Aunque lo mejor de Vox son sus odiadores. Irene Montero y Adriana Lastra parecen dispuestas a plantarle la batalla de las ideas; como si en Andalucía 400.000 personas hubieran ido a las urnas con el Mein Kampf en el sobaquillo. Y sí, es enternecedor que lloren como pérdida lo que no supieron defender como candidatos. La alerta antifascista es algo que preocupa mucho a los tiesos de La Línea, o a esos sorayistas que les ha venido Dios a ver desde el pasado 2 de diciembre.
Porque Andalucía será lo que quiera ser, pero ese pataleo contra lo que han decidido las mayorías es pueril y hasta da grima. En Andalucía se ha votado más allá de una crítica a la corrupción; la cosa habría que entenderla como una enmienda a la totalidad al sistema autonómico. Un sistema que por el Sur toca bastante las narices.
Resulta edificante ver cómo el cambio en Andalucía les ha dejado a muchos cara de luto. Los poetas del Régimen andaluz lloran con esas lágrimas inherentes a todo finiquito abultado. También llora Irene Montero como se puede llorar desde un chalet.
A Vox, insisto, le hacen la campaña sus odiadores. Buscarle las cosquillas a Abascal es la nueva línea editorial de lo que fue antaño Telesoraya. Está en su punto lo de la Griso y sus encerronas con café, a la mañana. O los chistecitos de Wyoming y demás. La crema de la intelectualidad se ha levantado en armas, y los progres se han reencontrado en una mojigatería inopinada.
Andalucía, como España, seguirá en el vagón de cola y con Vox envainándosela. Pero estos ratos son impagables...