A Julen lo enterraron cerca de mi padre, en un cementerio que hay junto a un ambulatorio y junto a una churrerría y junto a un arroyo y junto a una comisaría y un polideportivo que se cae a cachos. Barrio de El Palo. Donde los balonazos sueñan y El Palo -república independiente- abraza a la comarca de La Axarquía.
Ésa es mi relación con Julen, que viene siendo ya el hijo más nuestro. España es más España desde que existe Julen, porque al borde del tiempo un minero asturiano y un geólogo cántabro rompen el tiempo y se presentan en Totalán. Por esas latitudes de la noticia corrió mi primera infancia ciclista. Aquellos almendros son los más nuestros.
En Totalán, ya trágica como aquella crónica de Omair Sánchez hundida en el Nevado del Ruiz, se nos ha ido con Julen media infancia y la sonrisa entera. Por Totalán bajábamos en bicicleta con quien hoy es un eminente sociólogo del CIS. Allí me resguardé de la clásica nevada del Sur por enero; en bicicleta y con la columna firmada -ésta misma- a la vera de un brasero acogedor.
Duele que Julen, con lo fortuito y lo casual de una mañana campestre, se haya convertido en un símbolo, tan niño, de lo que es España.
Entre sueños vi la trágica noticia; cuando me desperté, mi amigo Antonio Ortín había tuiteado la imagen de los rescatadores con las banderas española, asturiana y andaluza en comisión de rescate.
Por eso España, cuando le tocan el hígado y la cuarcita y la veta, responde como si no hubiese mañana. Su gente es su gente. España ha seguido con Julen un sueño imposible, y la materia de los sueños es ésa: hacernos mejores en el tajo.
La noche que murió Julen callaron los garitos de Argüelles, las discotecas de la Costa del Sol dejaron la altivez y vieron el telediario. Alguien hablaba de Geología en la televisión y se bajaba la mirada como para esconder el dolor mediático.
En las calles de mi Madrid y de El Palo había reconocimiento a los héroes de Julen. Julen murió, sí, pero cuando España le ha hecho vigilia constructiva se ha demostrado que llevábamos tiempo ayunos de un referente. Fue un crío y supimos estar a la altura.
Que un niño muerto nos enseñe el camino patrio es doloroso. Pero necesario. Hagamos caso a lo que Totalán nos ha enseñado.