“Send lawyers, guns and money, Dad get me out of this”. Warren Zevon.
Soy probablemente uno de los mayores usuarios del taxi cuando estoy en España. Si la asociación del taxi revisa mi cuenta de MyTaxi comprobará que lo uso entre seis y ocho veces al día. Como usuario más que habitual, escribí hace unos meses un artículo titulado El Taxi arrasaría sin imposiciones arbitrarias, en el que escribía: “Espero que las asociaciones del taxi no caigan en el error de unirse a sus maltratadores en pedir imposición y represión normativa. Porque perderán, como ha ocurrido en todas las ciudades del mundo que conozco. Si el taxi centra su lucha en defender al cliente y a sus trabajadores desde una competencia sana y una normativa no confiscatoria, venceremos todos. Si se une a la represión, les ocurrirá lo que a los taxis en Miami. Pasarán a ser una anécdota. Y yo, que valoro su servicio y su dedicación, sé que pueden salir reforzados. Desde la competencia sana”.
...Y decidieron unirse a la represión y a actuar en contra de sus propios clientes.
Con enorme tristeza, debo decir que los que me criticaron por ese artículo han tenido razón. Se han lanzado a un cierre patronal salvaje, olvidando a sus clientes y exigiendo unas medidas completamente injustificables en una sociedad moderna y abierta. Al leer sus reclamaciones parece que ya solo falta la exigencia de que otros proveedores pidan sus servicios por correo postal. Y eso no va a pasar.
Lo más triste es que una enorme cantidad de trabajadores del taxi han sido forzados a aceptar un paro salvaje, sin servicios mínimos acordados e insultando a sus clientes cuando intentan buscar otras opciones para moverse por la ciudad.
El subterfugio de argumentar que las VTC no pagan impuestos es simplemente ridículo. Un trabajador de VTC paga hasta cinco veces más impuestos que un trabajador del taxi. Ustedes comparan aplicaciones (Uber o Cabify) con poseedores de licencias, y es incorrecto. La aplicación MyTaxi tampoco paga enormes impuestos porque es eso, una aplicación que pone en común a clientes con proveedores de servicio. Y la acumulación de licencias en un grupo reducido de empresarios es también un factor muy importante en el taxi.
Su mal llamada huelga es simplemente injustificada y completamente arbitraria. No es una huelga, es un cierre patronal. Pero, además, ninguna huelga se hace sin acordar servicios mínimos.
El sector del taxi son operadores privados que ofrecen un servicio público concedido por licencia. Con este paro salvaje ustedes están incumpliendo los términos de uso de dicha licencia. ¿Se imaginan ustedes que los farmacéuticos decidieran no dar servicio a nadie porque creen que ganan poco y que asaltaran a sus clientes por buscar otras opciones? ¿Se imaginan que las empresas eléctricas dejasen de suministrar a toda una ciudad porque piensan que tienen pocos beneficios e impidieran el suministro a otros?
Lo peor de este paro salvaje es que han caído en el abrazo envenenado de los mismos que les fríen a multas y trabas administrativas inadmisibles -los partidos más intervencionistas- creyendo que les van a devolver a través del túnel del tiempo a 1980. Y no va a ser así. Podemos no apoya al taxi, lo usa como cajero automático, friéndolo a multas e impuestos, y como arma política, sabiendo que no van a cumplir ninguna de sus promesas. Porque el mundo va en otro sentido.
El taxi puede y debe competir sin problema. Pero están demostrando a sus clientes que lo que algunos de sus líderes quieren es empeorarnos el servicio y la oferta. ¿No les parece a ustedes aterrador que en sus exigencias no haya ninguna que suponga ofrecer mejor servicio, de mayor calidad y a mejor precio a sus clientes?
Lo que no merecen los trabajadores del taxi ni sus clientes es exigir que el servicio, la comodidad y la competencia empeoren para sostener el coste inflado de unas licencias que se han utilizado en algunos casos como activo especulativo, cuando no valen lo que algunos han pagado por ellas.
La solución no es exigir que desaparezca la competencia, sino eliminar las trabas y costes innecesarios que suben los precios en el taxi, recomprar licencias y liberalizar. La solución no puede ser empeorar la oferta al cliente y exigir que los demás sufran mayores trabas. Porque entonces, pasan de defender algunos derechos legítimos a ser simplemente un sector rentista.
Si van por este camino, desaparecerán, como ha ocurrido en medio mundo.
Un taxi moderno y un servicio de calidad no sólo compite con Uber y Cabify bien, sino que puede hacerlo mejor y participar en las mismas aplicaciones -como se les ofreció-, pero este cierre patronal va en el sentido contrario.
La solución no es impedir la competencia, sino mejor servicio y más calidad.
El número de suscriptores de Uber y Cabify se ha multiplicado por tres en el periodo de paro salvaje del taxi. Los usuarios de Car To Go y tantos otros servicios se han multiplicado también. Los ciudadanos se han encontrado con que no necesitan tanto el taxi. Se están pegando un tiro en su propio pie, pensando que va a llegar el DeLorean (la máquina del tiempo) de Marty McFly para llevarlos al pasado.
Su problema no es Uber ni Cabify o Car To Go. La realidad de todos es que el futuro serán los coches sin conductor, la economía colaborativa: la tecnología y los servicios disruptivos están aquí para quedarse. Pueden hacer como las discográficas y desvanecerse como dinosaurios, o adaptarse y ofrecer mejor y más servicio a mejor precio. Elijan. Con la estrategia actual lo único que consiguen es que sus clientes les abandonen. Están acelerando su desaparición.
El futuro del taxi no es el pasado.