Cuando empiezo a escribir este artículo, el discurso de Jesús Vidal tras recoger su Goya lleva casi dos millones y medio de reproducciones en Youtube. Ojalá se sigan escuchando sus palabras. Ojalá los padres se las pongan a sus hijos y los maestros a sus alumnos, porque en ese minuto y medio que me hizo llorar en Sevilla estaba condensado todo aquello que hace girar el mundo en la buena dirección.
En la noche del sábado, Jesús nos volvió mejores durante un buen rato, y pensé en todas las personas que han hecho de él el maravilloso ser humano que se reveló en la gala de los Goya. Me gustaría conocer a su padre. Me gustaría conocer a su madre, que supongo que lloró con amargura al saber que el suyo iba a ser un niño diferente a los otros, con más dificultades, con más obstáculos, con menos opciones. Me imagino a sus hermanas, que estoy segura de que más de una vez tuvieron que arropar a Jesús y defenderlo de la crueldad de otros críos, consolarlo cuando estaba triste, repetirle que era un campeón y que ya llegaría el momento de demostrarlo. Me imagino a esa familia excepcional conjurándose en la mesa camilla para que Jesús pudiese desarrollar todas las cosas buenas con las que venía de fábrica.
Los seres como Jesús no se hacen solos: son el producto de la suma de mucha gente buena que se les cruza en el camino para ayudarles a crecer. Y eso va por su familia. Por sus amigos. Por sus compañeros en Campeones. Por ese Fesser que tuvo que ayudarle más que a otros actores que hubiera dirigido antes. Por ese equipo de producción que se adaptó para trabajar con chicos con los que hay que tener más paciencia, más mano izquierda, más dulzura.
Gracias a ellos Jesús se subió el sábado a un escenario mientras atronaban los aplausos de 2.000 alma, e hizo el discurso más bonito no de la noche, sino de la historia de los Goya. Cuando preparó su texto, Jesús no sabía si iba a pronunciarlo. Podía ganar o no, pero por si acaso compuso unas líneas preciosas y las memorizó. Es la metáfora del tesón, el sacrificio y el trabajo que ha rodeado la vida de este chico hasta convertirlo en un gigante.
Sevilla estaba lleno de estrellas de cine, pero a quien todos querían abrazar era a él, un chaval con discapacidad que sólo conserva un 10% de visión y que fue capaz de tocar el alma de un país entero. Escucho otra vez sus palabras y vuelvo a emocionarme mientras pienso en Jesús, en su fuerza extraordinaria, en su coraje… y en la esperanza que proporcionó este sábado a tantas familias en las que hay un niño como él.