Pedro Sánchez llegó al gobierno de la nación de un modo sorprendente. No ganó en las urnas, sino que prosperó la moción de censura que, dijo, presentaba para echar a un Ejecutivo que estaba manchado de corrupción. Ahora, ocho meses después, igual se va –o lo echan- de un modo también insólito: por acuñar un nuevo término en la escena política española, la del relator.
Si se trata de un mediador internacional, de un observador independiente, o de alguien que se limita a tomar apuntes, como estima la vicepresidenta Carmen Calvo, está por ver. Pero esta nueva concesión a los partidarios de la independencia ha provocado un torbellino político de enormes dimensiones.
Veremos este domingo, muy probablemente, un apoyo extraordinario a la concentración que han convocado los líderes del Partido Popular y de Ciudadanos en Madrid. El objetivo de la manifestación es movilizar a los españoles contra la humillación que a juicio de los convocantes supone la creación de una mesa negociadora o “de la vergüenza”, como la calificó el número uno de la formación naranja.
Pablo Casado y Albert Rivera pretenden canalizar el hartazgo de muchos españoles al respecto de las concesiones que el Gobierno ofrece a los independentistas a cambio del apoyo suficiente para que Sánchez permanezca en la Moncloa. Pero quizá olvidan que el líder socialista ha escrito (se supone que él) un libro que se llama Manual de Resistencia.
De otras cosas no está tan claro pero de resistir sí que sabe el presidente del Gobierno: nadie le puede negar su tenacidad, ni tampoco su talento como funambulista. Lleva ya mucho tiempo haciendo improbables acrobacias sobre el finísimo alambre de la escena política, y nunca se cae.
Pero, quién sabe, puede que el relator acabe con él. Cada concesión que hace Sánchez refuerza al independentismo, pero al mismo tiempo se hace más evidente que lo que pretenden los secesionistas resulta imposible, ya que no cabe en la Constitución, ni como consecuencia en la legalidad.
El relator desarrollará su particular misión en la mesa que se cree para hablar “del futuro de España”, como explica la ministra de la Presidencia. Puede que la convocatoria de esa figura tan desconocida hace unos días en nuestro país sirva para que le aprueben los Presupuestos al Gobierno; tal vez era ese el gesto que la Generalitat demandaba para desbloquearlos. Quizá, de este modo, los dirigentes socialistas consigan prolongar un poco más sus días al frente del país.
Pero en cualquier caso, y por muy relevantes que sean las capacidades de Sánchez para sobrevivir políticamente ante cualquier adversidad, su huida hacia delante no puede llegar mucho más lejos. El domingo en la madrileña Plaza de Colón, y gracias al relator, puede empezar el final de la era Sánchez.