Lejos del ruido. Más allá del rugido de colchones que protagonizan la Historia, va pasando el día. Los estudiantes con las carpetas apretadas al pecho, los carteristas del metro. A ellos poco les influye Pedro Sánchez y su Parnaso de anecdotillas y citas equívocas.
A este lado del Paraíso, el que no está por la Moncloa, hay un ejército desarmado que no llega a final de mes, y sin embargo no vienen a pasar por los telediarios.
En el retrete tengo abierto un periódico atrasado, con el discreto encanto del retraso y la verdad de la fotografía. En la misma foto veo a Roger Torrent y a otros cuarenta entre los que también distingo a Tardá, por eso de las anatomías prominentes. Miran al cielo con unos carteles en cuatricomía con el mensaje consabido de que por cada golpista que ve un español de bien, hay un mártir de la República que piensa en la noche estrellada desde su celda -Junqueras-.
Con el juicio del procés ya en la dinámica y en la alternancia de días gloriosos y de días burocráticos, ve uno a esos tecnócratas que ya no quieren ser libertadores y a otros que mendigan la reducción de penas a tenor de lo meramente "simbólico". Entraron como demócratas de una nueva Suecia mediterránea y saldrán en un furgón, esposados, con menos retórica y algunos años en el maco, que dicen que rehabilita.
Hasta los CDR han perdido punch, y acaso porque se toparon con las hormonas de la edad, o conocieron a la novia en un somatén adolescente y hasta la tieta les dijo que, para pasar frío en la autopista, mejor cuando se consagre la primavera.
Escribo en un domingo de paz y precampaña. En el ventanal llega un tímido sol, la radio está apagada y la casa está en silencio. No hay ni rastro de Celaá en el horizonte ni de la piqueta de Calvo en Cuelgamuros. La luz de un domingo como éste es la suele generar tempestades de martes.
Pero en estos instantes de calma, en estas calles sin taxistas en punto muerto sin huelga ni monopolio, en esta Barcelona sin tantos lacitos, pudiéramos vivir dichosos, cada uno en lo suyo. Aunque ya se nos pondrán estupendos los socios de la moción y los otros: los tirios y los troyanos, los romanos y los cartagineses; los purgados y los barones. Porque quizá tengan razón los días laborables.
En Venezuela la libertad va llegando con sangre de martirio, y eso sí que nos agarra el alma. Porque en el fondo la libertad vuelve a estar demasiado cara.
Mientras, Sánchez se ha ido al Sur de Francia a darle vuelo histórico a su narrativa: a los pies de las tumbas de Machado y Azaña, con la esperanza de que no nos mezcle el jardín de los frailes con el patio de Sevilla.