¿Qué ofrece Sánchez? Nada. Nada que exista fuera de un mitin socialista: “¿Cómo están ustedeeees?”. Nada que cobre entidad en el ámbito frío y útil de las políticas. Busquen y comprueben. Busquen y no encontrarán. No les digo que hojeen u ojeen su programa electoral; de todos es sabido que la relación entre tal tipo de documentos y el éxito en las urnas es puro azar. Un problema de las ideas es que difícilmente pueden exponerse en un debate televisivo, orgía de interrupciones, máquina trucada donde un contraplano de mofa aniquila al instante la más solemne de las iniciativas.
Y resulta que los debates televisivos sí parecen funcionar, sí logran inclinar algo la balanza de los famosos indecisos, esos por quienes todo se puede plantear o descartar, esos para quienes concienzudas estrategias se validan o se rompen sin contemplaciones, esos en cuyo altar sacrifican tantas cosas, de forma precipitada, unos spin doctors que valen tanto como queramos creer. Los de la niña de Rajoy, para entendernos. ¿A qué esforzarse con asuntos tan espinosos como la educación o la precariedad si va a “llegar más” una niña hipotética, un fantasma plano?
Con todo, los peligros del debate televisivo pueden orillarse si el líder, en su lid, cumple ciertas raras condiciones imposibles de impostar: una, ser realmente un líder, pues tal condición se respira más que colegirse, o se advierte en un aura feliz que es la envidia de los contrincantes, que nada pueden oponer a tal ventaja; dos, transmitir el color y el calor inconfundibles de la verdad, la fuerza más poderosa... con el tiempo; tres, sostener bien altos dicho liderazgo y dicha verdad sin renunciar a las artes de la retórica letal del político de raza, solo comparable al delantero que en el área no perdona porque está tocado por la destreza y la fortuna, y los contrarios lo saben infalible, y la defensa se desmoraliza y desencaja al verle llegar.
¿Qué dice Sánchez? Nada. ¿Cuál es su liderazgo? El de la venganza, básicamente interna. ¿Cuál su verdad? No se le conoce. ¿Cuáles su destreza y fortuna? La primera fue en tiempos la rapidez para la injuria, que no es poca cosa, cuando no tenía nada que perder: “Usted no es decente”. Rajoy no se lo perdonó y le deparó un castigo retardado: la presidencia del gobierno. Ya, ya, no se acaba de entender, pero bueno, fue en una tarde inacabable de güisqui y melancolía. En cuanto a la fortuna, de momento ha conseguido que el establishment español, tan lúcido y responsable, apueste por él en la convicción de que ya le asistirán, llegado el caso, los reformistas de la tercera España, que para eso son los únicos con sentido de Estado.
Se trata de un cálculo errado: el no líder, el no doctor, el insincero, el político con retórica de ESO, el narciso por el que apuestan los poderosos no lleva ni llevará, llegado el caso, más compañía que la de Podemos (neocomunistas crepusculares y sentimentales), ERC y los restos de Convergència (golpistas lelos), y el secuestrador de Luis Abaitua, un ser humano encañonado, metido en el maletero de un Seat, preso en un zulo de 2,5 x 1,5 x 1,8 metros y obligado a jugar a la ruleta rusa.