Dice Almudena Grandes, la del gozo de las monjas y los milicianos sudorosos, que millones de españoles respirarán aliviados cuando el Gobierno central indulte a los condenados por el golpe catalanista a la democracia "porque a partir de ese momento podremos recuperar el horizonte de la convivencia". Ojo. No "la convivencia", sino "el horizonte de la convivencia". Algo hay que reconocerle a la Grandes, además de la ñoñería: su insólita regularidad. Sus textos nuevos están siempre a la misma, exacta, altura moral de los antiguos.
En realidad, y diga lo que diga Almudena Grandes, tan aficionada como el resto de la izquierda española a hablar en nombre de los españoles sin consultarles antes, el 73% de los votantes del PSOE rechazan los indultos a los golpistas. El dato es de esos que nunca suelen aparecer por las columnas del progresismo regresivo, más aficionado a la mala literatura que a la buena ciencia, y sale de una encuesta de GAD3 realizada en enero de este mismo año para el diario ABC.
Por supuesto, nada de esto importa. Pedro Sánchez hará lo que le convenga a la supervivencia política de Pedro Sánchez y si eso implica indultar a una docena de golpistas condenados por rebelión, doce golpistas serán indultados y aquí paz y después gloria. Digan lo que digan los votantes socialistas o el sursuncorda. Lo cual, siendo sectario y antidemocrático, que no es poco, no será ni la mitad de insoportable que los sermones de los imanes nacionalistas pidiendo la libertad de los tejeritos de su parroquia.
Creo que fue Richard Dawkins, y si no fue él que me perdone el verdadero autor de la frase, el que dijo que un creyente es un ateo de todas las religiones menos de una, la suya, mientras que un ateo es alguien que ha dado ese paso final en su descreimiento. A los creadores de opinión socialista les ocurre todo lo contrario: creen en todas las naciones imaginarias que les rodean menos en la única real que tienen a su alcance.
Los creadores de opinión socialistas, es cierto, no son nacionalistas. Son multinacionalistas. Es decir, nacionalistas catalanes en Cataluña, nacionalistas vascos en el País Vasco y nacionalistas gallegos en Galicia. Su desprecio infinito por cualquier rastro de cultura común a todos los españoles sólo encuentra rival en la intensidad con la que se embelesan frente a cualquier atavismo folclórico regional carpetovetónico. Siempre y cuando, eso sí, este haya sido elevado por algún cura de pueblo carlistón a la categoría de hecho diferencial y prueba de pureza de sangre.
Me pregunto a quién habrían votado los nacionalistas periféricos españoles en las elecciones federales alemanas de 1933. ¿Al SPD socialdemócrata? ¿Al KPD comunista? ¿Al Zentrum centrista y católico? ¿O al Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei?
Es una pregunta interesante que plantea el debate en los términos correctos. ¿En cuál de esos cuatro partidos encajan mejor las opiniones de Quim Torra sobre los españoles?
¿O las de Núria de Gispert o Toni Albà sobre Inés Arrimadas?
¿O los señalamientos de comercios cuyos dependientes osan hablar en español a sus clientes?
¿O el acoso en las escuelas a los niños hijos de guardias civiles?
¿O las marchas de antorchas, la ocupación del espacio público con todo tipo de simbología anticonstitucional y las constantes demostraciones de fuerza callejeras al grito de "las calles siempre serán nuestras"?
¿O la existencia de una cadena de televisión dedicada día y noche a la manipulación de la realidad y a la marginación de la cultura y la lengua de más de la mitad de los ciudadanos de la comunidad?
¿O los insultos, las agresiones y las amenazas a concejales y diputados de la oposición?
¿O la tesis de que la voluntad del pueblo y de sus dirigentes está por encima de la ley?
¿O la tesis de que Cataluña es una nación milenaria llamada a grandes gestas, aunque oprimida por una potencia extranjera y amenazada por la presencia de un grupo de ciudadanos identificable por su origen impuro y por su resistencia a la imposición de una lengua, una cultura y una ideología únicas?
En España pervive una izquierda que ve nacionalismo, fascismo y extrema derecha en todos lados menos donde estos realmente existen, ordenan y mandan. Es esa izquierda que, frente a esta fotografía, acabaría concluyendo que el que ha roto la convivencia es el que no levanta el brazo. El día que despierten de su encaprichamiento con los nacionalismos periféricos igual ya es demasiado tarde.