Hace unos días Juliette Binoche escribió una deliciosa carta sobre muchas cosas. Resultaba difícil saber cuáles eran exactamente, pero al mismo tiempo parecía claro qué quería decir a través de ellas. En su “Para Europa”, la actriz escribe que no quiere comer fresas en invierno, ni manzanas que hayan crecido en árboles a 4.000 kilómetros de distancia, ni tampoco huevos de gallinas que viven apretujadas. Lamenta el daño que le estamos haciendo al planeta, y alerta sobre cómo nos controlan con cámaras y móviles. Binoche propone perder los miedos, alumbrar una rebelión espiritual y pasar del producir o tener mucho a disponer solo de lo suficiente.
A la actriz, que es bien conocida no solo por su enorme talla profesional sino también por su implicación en causas sociales, le preocupa muy especialmente su casa, la que habitamos todos. Los errores que cometemos, como canta el grupo madrileño Morgan en su tema Home, nos alejan cada vez más de ella. Y no, no hay planeta B.
El hogar, tanto el físico como el mental, debería ser un territorio a proteger al máximo. No todos lo hacemos con el nuestro, y desde luego no lo hacemos como colectividad. Por eso hay un creciente número de investigadores medioambientales que se pregunta si el mundo será capaz de alimentarse a sí mismo en 2050 sin provocar un deterioro masivo e injustificable de los recursos naturales.
Otro actor, Viggo Mortensen, también ha escrito hace pocos días un carta publicada en los medios de comunicación, aunque de muy distinto talante. En ella, el norteamericano, que vive en España parte del año, reprochó a Vox que utilizara su imagen en El señor de los Anillos para incitar a combatir a gais y feministas, entre otros. “Son ignorantes y neofascistas”, escribió el actor de ascendencia danesa al respecto del partido de Santiago Abascal.
Mortensen, que comparte con Binoche un contundente activismo a favor del medio ambiente, lucha porque dejemos un mundo mejor del que hemos encontrado. También en términos políticos. El auge de la extrema derecha en Europa no parece fácil de combatir. Tampoco el detrimento de la salud terrestre.
Ese lugar más saludable que imaginan Mortensen y Binoche no parece probable que vaya a darse, salvo si el mundo de los adultos empieza a preocuparse más por tener lo suficiente, como pide la actriz, que por tener más; y si comienza a tener en cuenta a jóvenes como Greta Thunberg, la activista sueca de 15 años que, tras hacer huelga cada viernes en su colegio contra el cambio climático, se ha convertido ya en el gran icono medioambiental.
El mundo moderno camina hacia el progreso tecnológico, pero ese camino está repleto de dificultades, algunas de ellas tan insalvables como peligrosas. Es urgente, escribe Binoche, enfrentar la globalización retornando a dimensiones más humanas. La actriz, una de las más brillantes de su generación, pide sensatez para este planeta. El suyo. Su voz debería ser escuchada.