Ahora que por fin se ve nítida la realidad y sabemos que no vamos a ninguna parte, cabría preguntarse: ¿nos los merecemos?
Todo parece indicar que, en vez del confortable camino a una feliz investidura, trayecto que en algún momento se pudo vislumbrar, nos dirigimos, tras la ruptura entre Pedro Sánchez y su socio necesario, Pablo Iglesias, a una nueva convocatoria de elecciones generales.
De la misma manera, el bloque que se encuentra a la derecha del centro político no parece tampoco ser capaz de conciliar sus numerosas dificultades, lo que probablemente conducirá a unos nuevos comicios en otoño en la Comunidad de Madrid.
Si esto fuera finalmente así habría que preguntarse, por supuesto, si nos los merecemos. O si, ante el bloqueo político al que se nos somete, a la clase política se le debiera contestar con otro asedio, el de los de votos: votemos lo mismo.
La responsabilidad de los políticos que ha elegido la ciudadanía exigiría un mayor compromiso por su parte: deben alcanzar acuerdos, es su obligación. Si no lo hacen, entonces tal vez no sean estas las personas adecuadas para liderar sus partidos.
Los profesionales de la política deben de reunir diversos talentos, pero sobre todo ante un escenario tan fragmentado como el español, uno de los imprescindibles tiene que ver con la capacidad de negociar alianzas útiles.
Rivera no acepta a Vox como socio de ninguna clase y bajo ninguna perspectiva, a pesar de que solo con su apoyo puede gobernar en Madrid. Ese rechazo de la formación naranja ha conducido al primer pleno de investidura sin candidato en la historia de la Asamblea de Madrid. Histórico, sí, pero no por ello algo de lo que se pueda presumir en la CAM.
Por su parte, Sánchez, después de cinco reuniones, continúa sin entenderse ni en cuanto a mínimos con Iglesias, el líder político más cercano que tiene; como el secretario general socialista precisa de Unidas Podemos dado el rechazo mutuo entre Cs y PSOE, este desencuentro probablemente le arrastrará a una investidura fallida en las votaciones del 23 y 25 de julio.
Entre la inoperancia de unos y la incompetencia de otros, el futuro probable incluye más urnas, al tiempo que crece el enfado y la desconfianza de los ciudadanos, muchos de los cuales están hartos de designar a sus representantes en unas elecciones y comprobar después que no gobiernan ni los que ha elegido ni tampoco sus rivales.
Ante esta realidad, la propuesta de Pablo Casado de otorgar una prima de 50 escaños a quien gane las elecciones cobra mayor sentido: los partidos harían bien en analizarla con toda seriedad.
Entre otras cosas, porque la parálisis de un país en funciones genera múltiples consecuencias negativas, en absoluto es gratuita. El desgaste que sufren quienes se sitúan al frente de las instituciones resulta evidente, como lo es también el desengaño de los votantes con sus políticos, a los que observan incapaces de entenderse, mostrando una absoluta falta de flexibilidad e imaginación, del todo incapaces de aproximarse para suscribir los pactos estratégicos o programáticos que resulten necesarios para que el país emprenda el camino hacia el progreso.
España y la Comunidad de Madrid necesitan sus Gobiernos respectivos. Si los políticos a los que se les ha encomendado semejante responsabilidad no son capaces de formar el que les corresponde, habría que cambiarlos.