En la primera semana de julio de 2014, Cayetana Álvarez de Toledo tuvo la amabilidad de invitarme a firmar el Manifiesto “Libres e iguales”; se lo agradecí y decliné la invitación.
Entonces pensé que era una iniciativa adecuada y positiva para frenar la excesiva influencia de los nacionalistas totalitarios en la política española, pero había algo en el enunciado que no me cuadraba.
No lo publiqué entonces; me propongo ahora explicar mi objeción a la frase central del manifiesto “Libres e iguales” que ha hecho, a mi juicio, más perjuicio que beneficio.
Una persona tan ilustrada como la historiadora María Elvira Roca, autora del libro Imperiofobia y la Leyenda Negra, a la pregunta, este pasado domingo, de que si se anulan los derechos históricos vascos y navarros existe peligro de que se reproduzcan tensiones políticas como en Cataluña, ha contestado: “Todos los españoles tienen derecho a opinar si quieren vivir en un Estado desigual. Yo soy andaluza y no quiero vivir en un Estado desigual. Me parece indigno. Con mi complicidad o mi silencio, mis hijos no serán ciudadanos de segunda en España”.
Durante el franquismo, Guipúzcoa y Vizcaya, sin Concierto foral entre 1937 y 1981, tuvieron un desarrollo económico superior al de Álava y Navarra, que sí lo tenían, lo cual demuestra que el crecimiento económico del antiguo Señorío de Vizcaya y de la provincia de Guipúzcoa no fue debido a un “privilegio”. Por otra parte, el resto de España no se ofendió, durante cuarenta años, por el respeto foral de Franco a los conciertos de Álava y Navarra.
Seguro que los firmantes del Manifiesto “Libres e iguales” entienden igualdad como un principio de igualdad ante la ley; no se trata de la igualdad del “reparto” socialista pero, en la práctica, mientras la libertad no necesita apellidos, en el caso de la igualdad se tiene que precisar de qué se trata pues la reivindican sobre todo la socialdemocracia, el populismo y el comunismo. De ahí el nuevo Ministerio zapateril de Igualdad que continuó Rajoy y Sánchez.
Para la izquierda, la igualdad, gran dogma de la Revolución francesa, impuesta por los bolcheviques por medio del Gulag, predomina mucho más que la libertad. Por el contrario, la libertad en la derecha liberal y conservadora ocupa el primer lugar junto a la seguridad jurídica. Se puede decir que cuanto más igualitario es un estado, es más de izquierdas: URSS, Cuba, Corea del Norte; y cuanta más libertad política, hay más sociedad abierta, próspera y libre como EEUU o el Reino Unido.
Pero volviendo a la historiadora Elvira Roca, quiero informarle que no hay privilegio en los llamados derechos históricos: ningún contribuyente vasco paga menos impuestos que un ciudadano madrileño o andaluz. Pero si una exitosa medievalista no alcanza a comprender el sentido de un cierto particularismo vasco y navarro “no igualitario”, que hunde sus raíces en la Edad Media y que contribuyó lealmente a los proyectos universales de la Corona española, es que algo se ha hecho mal.
Una de las cosas que se han hecho mal es vincular Concierto económico con carlismo y nacionalismo vasco cuando el Concierto de 1878 es veinte años anterior al nacimiento del PNV, en 1895. El Concierto vasco fue un acuerdo entre españoles, liberales y conservadores, cosa que se desconoce en la política española y que los nacionalistas vascos se han encargado de ocultar.
¿Libres? Cuanto más, mejor.
¿Iguales? No, gracias. Sólo ante la ley.