Con el cadáver de Rivera aún caliente, con Rosalía enfrentada al fascismo con la canción choniprotesta, con Tezanos asegurando que el CIS no es una "casa de", se produjo el abrazo que cierra la novena Internacional. El abrazo no era tan imposible y nos vuelve a meter a Frankestein hasta en el colchón más profundo de la Moncloa, hasta en las habitaciones últimas de sangre. Con 10 puntos inconcretos como un todo, ya tenemos proyecto de Gobierno progresista, ecologista, feminista y hasta con chepa.
El acuerdo de Gobierno que va de Iglesias a Sánchez, de Sánchez a Iglesias, no sólo asusta ya por lo que es, sino por lo que pueda llegar a ser, que decía Clint Eastwood en Sin perdón. Y lo que puede llegar a ser es toda esa gallofa entre cantonalista y carlistona que pasa por los talibanes de sacristía jeltzales, por un baturro que dice que existe, por el de las anchoas, por mareas como gallegos, gallegos como mareas, por os resentidos plurinacionales y hasta Otegi, que será capitán general.
Frankestein era previsible, sí, pero ahora sabemos que será real como la vida misma. Iglesias en la vicepresidencia es lo más constitucional del invento que se avecina, la gran coalición que acabará con la España vaciada repoblando Galapagar y Albarracín con los alegres chicos de las nueces y la gasolina.
El 78 se puede dar por torpedeado ahora que en Chamartín los niños voxeros que aún no votan -ni tienen barba- cantan por los tercios viejos y el liberalismo se ha revelado inexistente en este intratable pueblo de cabreros que es España. La cuestión es que la foto del pacto de Narciso con la antiEspaña acabó con un abrazo y una palmada en estructuras corpóreas donde se pudo escuchar el rechinar de dientes, el sonido del vacío y hasta un silbido de algún cachondo de los chicos de la prensa.
La noche del lunes fue noche de tahúres y mi padrino Raúl del Pozo invitaba a copas en lo de Trapote por la reedición de su novela lumpen que ha hecho Almuzara. Allí se celebró, entre vinos, el último consenso de la Constitución. Horas después ya vendría la mañana más feliz de Iglesias, y Pedro Sánchez, el hombre/estadista, triunfante en sus lagunas. Ahora comprendemos el éxtasis de Bego en la noche de autos.
Sucedió también que Ábalos se encaró con el gran Basteiro atribuyéndose el mérito de frenar a la ultraderecha, como Líster en la Casa de Campo pero desde el sofalito de Ferraz. Su realidad paralela será la que triunfe ahora que la Lola se va a los puertos, que la Constitución va al rincón de la Historia y que Franco hace parada y fonda a la verita de La Collares.
España, hoy, epicentro bolivariano. Mea culpa.