Tanto se habla del empoderamiento que a veces se diluye su verdadero significado. Menos mal que han venido Shakira y JLo para recordárnoslo. Viendo el comentadísimo espectáculo de la Super Bowl, pensaba en cómo esas mujeres, en un momento dado, decidieron decidir.
Confiaron en sus aptitudes y en la responsabilidad que siempre conlleva un gran poder, ese que supone menospreciar a la casualidad y a la suerte para dejarte la piel detrás de tus objetivos. Ellas se convirtieron en las protagonistas de sus historias mientras otras se lamentaban de su condición femenina, latina, inmigrante, cansada, conformista.
Dice la RAE que empoderar es Dar a alguien autoridad, influencia o conocimiento para hacer algo. Podríamos añadir que nadie va a empoderarte si tú te dedicas a procrastinar como las locas. También que, para sentirte importante, es necesario que confíes en tu capacidad. Nadie puede darte una autoridad que tú no crees merecer, porque ese es el paso previo ante cualquier reto: me lo merezco, lo quiero, tengo lo que hay que tener.
Dicen que una de las cosas de las que se arrepiente la gente antes de morir es de no haber ido tras sus sueños. Personalmente, es algo que me aterra: mirar hacia atrás y comprobar que se me quedó un país por visitar, un libro que escribir, una canción por bailar, algo importante que aprender.
Imaginemos a esas niñas viendo la tele e imaginándose al otro lado de la pantalla, definiendo el color del que están hechos los sueños. Quién sabe en qué momento se les despertó a estas dos mujeres el espíritu artístico y luchador; cuántas lágrimas derramaron ante puertas cerradas y muros supuestamente insalvables; la cantidad de improperios que tuvieron que soportar mientras trazaban su particular mapa hacia el estrellato.
El lugar del que parto no es el más cercano al cielo, ni mucho menos, pues más rápido tendré que ir, más fuerte tendré que atizar, más creencias de mierda tendré que enterrar. Voy a escribir el guion de esta película y mi personaje va a ser la hostia. Me haré sorda ante los "imposibles" y los "difíciles", los neutralizaré a base de esfuerzo titánico.
Porque de eso habla su historia: de ir a lo suyo, ni más ni menos. Tú critica y opina; yo, mientras tanto, empleo mi tiempo de oro en escalar esta montaña, por mí y por las que no pudieron. Plantaré mi bandera y te contemplaré desde ahí arriba, mientras tú continúas con tu sarta de gilipolleces y con tu mediocridad.
Ellas se pasaron por el arco del triunfo todos los prejuicios que intentan aplastar la excelencia, el saber venderse, el deseo de ser poderosa. Shakira y la López se encargan de que les pase lo que quieren que les pase, son todo cimientos y todo rascacielos, reinas y señoras.
Y si los principios tuvieron que ser de traca, no es menos admirable el hecho de que, una vez asentadas en sus palacios, con cuarenta y tres y cincuenta tacos respectivamente, con hijos y con pasta suficiente para rascarse la barriga por los siglos de los siglos, sigan al pie del cañón. Este par se cansan como cualquier hija de vecina, pero ahí están, meneando el culamen a todo lo que da, ensayando durante jornadas interminables, devanándose los sesos para superar lo insuperable, recordándonos que la diferencia entre conseguir y fracasar radica en hacer o no hacer.
Su ejemplo debería servir de inspiración, empujarnos para que agendemos sin más dilación los pasos que nos llevan desde donde estamos hasta donde queremos estar. Sin excusas. No abandonemos nuestras pasiones en el sofá, quizás un día sea tarde para recuperarlas.