Dios mediante, está previsto que en unos meses superaremos la presente crisis de la epidemia del coronavirus. Como consuelo vale decir que las pasadas epidemias del siglo XIX generaban mortalidad a cuantos se infectaban, por ejemplo, del cólera.
Nunca hubiera pensado que iba a vivir una epidemia que retuviera en nuestras casas a millones de seres humanos. Lo cual demuestra lo imprevisible de nuestra existencia a diferencia de las predicciones del exitoso escritor Harari, que ha vendido millones de libros (Sapiens, Homo Deus), con la teoría del fin de las epidemias, de la hambruna y de la guerra total y el inicio de una vida humana feliz, logarítmica y "amortal".
Me temo que del mismo modo que la realidad ha echado por el suelo la tesis del "Fin de la historia" de Fukuyama, (es evidente que el totalitarismo ni ha desaparecido ni descansa) el corona-virus va a provocar que el autor Harari pase un largo periodo recluido y suspendiendo su programa de conferencias sobre el nuevo mundo del siglo XXI healthy y feliz.
En medio de una ansiedad generalizada, la Casa del Rey ha emitido un comunicado sobre Don Juan Carlos que ha tenido muy buena recepción en la opinión por parte de sectores moderados y liberales. El argumento dominante es diferenciar la persona, de la Institución -la Corona- y lamentar que el capital de prestigio ganado por el Rey en la Transición, en la neutralización del golpe del 23-F de 1981 y en la estabilidad y libertad de los últimos cuarenta años se vea deteriorado por la administración de una donación del monarca saudita, cuyas conclusiones están pendientes de investigación judicial.
A los efectos de los españoles la Corona aparece como el último baluarte protector de nuestros derechos y libertades. Lo demostró Felipe VI con su discurso del 3 de octubre de 2017 saliendo al paso de la pasividad y perplejidad de un gobierno grogui. Es muy previsible que, pasada la crisis de salud, nos enfrentemos a una crisis económica de dimensiones incluso superiores a la de 2007-2015. Hay previsiones de un incremento de millones de parados.
La experiencia demuestra que, en ese contexto, las opciones políticas de moderación pueden ser desbordadas por extremistas anti sistema. Es lo que ocurrió en Italia y en Alemania en los años treinta del pasado siglo. La diferencia es que en España, actualmente, el peligro neototalitario no viene de una derecha anti demoliberal (que aquí no existe), sino de la extrema izquierda populista-comunista y de los separatistas identitarios.
Una cosa que no se puede negar a los que se proponen derribar el régimen del 78 es su claridad de objetivos. Los nacionalistas nos advierten cada día de su proyecto de separar España en varias "naciones" y los populistas no cesan de advertirnos que pretenden acabar con la monarquía parlamentaria.
Mónica Oltra, vicepresidenta de la Comunidad Valenciana, del partido Compromís (una amalgama de nacionalistas y comunistas), lo expresó ayer con meridiana claridad: “Cuando pase el virus, hablaremos de la Corona”.
Por una casualidad semántica, después de la amenazante coronavirus nos refugiaremos en la Corona protectora. Sra. Oltra: en esos términos hablaremos ahora y en el futuro lo que haga falta. La monarquía no estará en peligro si los españoles mantenemos la amplia adhesión a la Institución. Muchos ciudadanos dejaron, hace muchos años, de ser "juancarlistas" para hacerse monárquicos. Y ello porque, en nuestra experiencia, la monarquía, la Institución de la Corona, defiende la libertad y evita aventuras separatistas y totalitarias.