Es fascinante la rapidez con la que el progresismo nacional ha corrido a escandalizarse con Andrés Manuel López Obrador, presidente de Méjico, por su negativa a tomar medidas contra la epidemia de Covid-19.
"El presidente de México utiliza amuletos y estampitas contra el coronavirus" advertía El Periódico de Cataluña el pasado 19 de marzo.
"López Obrador pide 'no exagerar' sobre el coronavirus porque afecta a la economía", decía el diario El País el pasado 21 de marzo.
"López Obrador minimiza el coronavirus y pide vida normal a los mexicanos: 'Salgan a comer'", decía la cadena SER este martes.
El miércoles, eldiario.es titulaba: "¿Por qué no ir a fondas si no está prohibido?, dice López Obrador".
"El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, mantiene su postura conservadora y descarta por el momento tomar medidas de contención de la pandemia de coronavirus que castiga a más de 160 países en todo el mundo y que ha infectado ya a 360.000 personas", decía el diario 20 Minutos ayer.
El titular del artículo de 20 Minutos era "López Obrador anima a las familias a salir a cenar y recuerda que el coronavirus no se cura con tequila".
Observen que, para el diario 20 Minutos, lo "conservador" en Méjico es hacer lo que hicieron PSOE y Podemos en España. De lo que se deduce que lo progresista habría sido hacer lo que pedía Isabel Díaz Ayuso días antes del 8-M: tomar medidas de prevención inmediatas. Algo a lo que PSOE y Podemos, por cierto, se negaron.
Pero no nos desviemos de Méjico.
Cómo será la indignación del progresismo nacional con el presidente mejicano para que ni siquiera la condición de socialista pata negra de López Obrador haya sido suficiente para acallar las críticas de sus homólogos españoles.
Una condición, la de socialista, que en circunstancias normales suele servir en los medios españoles como atenuante, e incluso como eximente, de golpes de Estado, de regímenes dictatoriales financiados por el narco o por los ayatolás, de centros de tortura, de hospitales convertidos en lodazales, de supermercados vacíos, de inflaciones del 7.000% y, por supuesto, de la huida en masa de los ciudadanos de los países carcomidos por ese virus. El del socialismo.
Pero ni siquiera eso le ha servido a López Obrador para ganarse la clemencia de esos socialistas españoles que ahora le reprochan a él no haber tomado las medidas que PSOE y Podemos tampoco adoptaron en España en su momento.
"¿Pero es que no ven lo que nos está pasando a nosotros, cojones?", dicen los socialistas españoles, imitando a la perfección ese "¿Pero es que no ven lo que nos está pasando a nosotros, cazzo?", que nos gritaban los italianos mientras nuestro Gobierno convocaba manifestaciones masivas el 8-M.
Si algo está dejando meridianamente claro este desastre es la incapacidad de la izquierda española para salir aunque sólo sea durante unos escasos segundos de la cámara hiperbárica ideológica en la que vegetan.
Es esa cámara hiperbárica ideológica desde cuyo interior resulta imposible analizar con claridad lo que ocurre en el exterior y que les impide, por ejemplo, darse cuenta de que ese fascismo que con tanto ahínco buscan en cuatro octogenarios nostálgicos del franquismo sigue vivo, sí, pero entre sus socios de el País Vasco y de Cataluña.
Es la misma cámara hiperbárica ideológica que les lleva a ridiculizar los amuletos y las estampitas de López Obrador sin darse cuenta de que esos amuletos y estampitas son Fernando Simón asegurando frente a todos los españoles que en España "no habría más que unos pocos contagios".
Es la misma cámara hiperbárica ideológica que les lleva a escandalizarse con la petición de "no exagerar" de López Obrador sin ser conscientes de que eso es exactamente lo que hicieron las televisiones socialistas españolas llamando "la gripe nueva" al Covid-19 o riéndose de los "apocalípticos" en sus programas de humor sin puta gracia.
Es la misma cámara hiperbárica ideológica que les lleva a advertir a los mejicanos de que no hagan caso a la petición de López Obrador de "hacer vida normal" y "salir a restaurantes" cuando en España fue también el propio Gobierno, y no un partido político de la oposición, o una asociación cualquiera, o un club de fútbol, el que convocó a las manifestaciones del 8-M.
Pedro Sánchez, Irene Montero, Pablo Iglesias y Carmen Calvo son los López Obrador de España. Y España es la Italia de Méjico.
El socialismo, por su parte, sigue siendo lo que siempre ha sido. Una religión tóxica universal, aunque con sus idiosincrasias locales. Estampitas en Méjico, 8-M en España.
¿Qué es lo que no se entiende de esto?