La próxima vez que Pedro J. me diga que tenemos que conseguir mejor información porque los temas que hemos trabajado durante el día son flojos, le responderé que "lo que toca ahora es arrimar el hombro" y que "la prioridad es salvar vidas". Aunque me temo no quede satisfecho.
El mensaje del Gobierno de apelar por encima de todo a la unidad, era comprensible y estaba justificado al inicio de la crisis sanitaria. Pasadas las semanas se ha convertido en un latiguillo de ministros -y de no pocos periodistas- al que se recurre como burladero cuando faltan las respuestas.
Cada uno tiene una responsabilidad, y de la misma forma que el panadero no podrá justificar mañana que las hogazas están sosas porque "lo que toca ahora es arrimar el hombro" y "la prioridad es salvar vidas" -eso ya lo sabemos- habrá algún momento en que alguien tendrá que aceptar la suya en la gestión de esta epidemia.
Nadie podrá decir que era una empresa fácil. En absoluto. Pero es impensable que vayamos a contar muertos por decenas de miles sin que haya una sola dimisión en España.
Dicen las autoridades que han seguido el criterio de "los expertos" y que sus decisiones han estado guiadas en todo momento por "los científicos", como si expertos y científicos fueran entes abstractos, pero, sobre todo, como si ser político consistiera en seguir a pie juntillas el criterio de los especialistas. Si así fuera, ¿qué justificaría su existencia?
Si hubo técnicos que se equivocaron en su diagnóstico, lo oportuno sería relevarles. Pero ni siquiera eso serviría de comodín a quienes toman las decisiones. Decir que faltó previsión, que se reaccionó tarde o que se dejó inerme al personal sanitario no es aventurar mucho. Las fechas y los datos están ahí.
Hay quien se justifica con la tesis de que actuó en función de la información que tenía en cada momento, y que ahora es fácil ver lo que no se podía atisbar entonces. Curioso que lo digan quienes no tienen por norma esa consideración a la hora de juzgar a los protagonistas de hechos ocurridos cuarenta u ochenta años atrás, por poner algún ejemplo. Pero es que además no es verdad, porque los datos siempre, siempre, son interpretables. Y alguien los interpretó mal.
Escuchando la semana pasada al coordinador de Emergencias y Alertas Sanitarias me acordé de cuando, en una de sus provocadoras ocurrencias, Dragó pedía que a España la gobernase un Consejo de Ministros formado íntegramente por nipones, acreditada la falta de probidad hispánica.
Fernando Simón dijo que los españoles tendremos que aprender a ser como "los japoneses", que guardan distancia en su relación con los demás. Una idea muy arriesgada para sus superiores, tan acostumbrados a tomar los consejos de los científicos al pie de la letra. Ya saben cómo resolvían algunos japoneses las cuestiones de honor.