Quinta semana de confinamiento. Se alumbra una prórroga o no ¿por qué?
19.000 muertos contabilizados. No se ve el pico de la curva, ni la meseta, ni una mísera loma.
En Grecia el número de muertos por millón de habitantes es 35 veces menor que en España. 102 fallecidos en total a día de hoy.
Tienen un sistema sanitario mucho peor que el nuestro, una situación económica más que precaria, una población incluso más envejecida que la nuestra, un elevadísimo número de refugiados, un punto de partida, en suma, infinitamente peor que el español. ¿Dónde está el misterio? ¿En su orografía? ¿En su clima? ¿En su historia? Me atrevo a hacer una suposición: A lo mejor resulta que el modo como actúa el gobierno de cada país sí tiene algo que ver con el avance de la enfermedad.
Quizás, sólo quizás, puede que no sea lo mismo tener como primer ministro al conservador Kyriakos Mitsotakis que a la joint venture Pedro Sánchez-Pablo Iglesias. Y puede que en el avance de la pandemia y en sus efectos por países, haya más determinismo en el voto que en la situación de partida.
Pero lo digo a título de mera hipótesis, que no quisiera yo que el párrafo precedente se interprete como “discurso de odio” y sea objeto de censura o, como oportunamente puntualiza el ministro Grande-Marlaska, de “monitorización de las redes sociales”, por si acaso se me ocurre compartirlo y contribuir al desánimo y a la desmoralización y echar por tierra la alegría de la España de los balcones.
Y no sólo eso. De creer la última encuesta de Tezanos, esa que no tocaba pero que se publicó oportunamente ayer (quizás para entretenernos el confinamiento), yo misma y cualquiera que se atreva a poner en duda la gestión del Gobierno con el Covid-19, deberíamos callarnos, “apoyar al Gobierno y dejar las críticas para otro momento”. Lo dice casi el 88% de los encuestados (y no se llega al 100% porque hasta en la cosa bolivariana hay que guardar cierto decoro).
Por seguir con la ficción, casi un 67% de la muestra cree que “habría que restringir y controlar las informaciones, estableciendo sólo una fuente oficial de información”, llámese NODO o informativos de RTVE.
Todo lo cual nos dibuja un país que mientras ve morir o enfermar a los suyos, suplica a su gobierno –que según la misma encuesta, lo está haciendo fenomenal– que le diga lo que es verdad y lo que no. Y que los partidos de la oposición miren y callen por el bien del pueblo, y por supuesto, se presten a cualquier ficción de acuerdo al tiempo que se les insulta.
Pero supongamos que las afirmaciones del argumentario que ha repartido el PSOE son ciertas y que no se ha hecho mejor porque la pandemia no se vio venir y que en realidad todo el mundo lo ha hecho igual.
Admitamos todo eso ¿Y ahora qué? Sánchez lo mismo habla de prorrogar el estado de alarma que de desescalada. Seguir teniéndonos encerrados en casa tiene infinitos beneficios para quien nos quiere callados, pero hasta para quien no entiende nada, es obvio que no hay economía que aguante un mes o dos más de congelación forzosa.
Imaginemos que se opta por acabar con el confinamiento. Si el Gobierno supiese y admitiese lo que “podía haber hecho mejor” y estuviese dispuesto a corregirlo. Si no anduviese en un magma de contradicciones, improvisaciones y propaganda. Si nos dijese cuál es su plan y cómo pretende llevarlo a cabo. Si no se desmintiese a sí mismo al día siguiente. Si todo eso ocurriera, tan disciplinados como nos hemos confinado, saldríamos de nuestras casas, como nos indicasen. Sin miedo.
Quiero que esto acabe de una vez, pero no del mismo modo en que empezó. No con la misma improvisación. Y no me fío, no.