Mi enhorabuena al genio de los simbolismos dobles que ha fotografiado a Fernando Simón para la portada de El País Semanal. Allí donde la izquierda verá a un seductor y relajado epidemiólogo con alma de motero, epítome del molonismo socialdemócrata, la derecha verá a un ángel de la muerte que ha vendido su alma al diablo sanchista a cambio de un puñado de caricias mediáticas en el lomo de su pantagruélica vanidad.
Si uno acerca la oreja a esa portada puede incluso oír ronronear a Simón.
Y eso que 45.000 muertos contemplan a este Fausto zaragozano desde la fosa común cavada por su descomunal incapacidad. Los falsos soberbios tenemos buen ojo detectando falsos modestos, y créanme cuando les digo que si existe hoy un ego en toda España capaz de rivalizar con el del presidente del Gobierno, ese es el de un Fernando Simón deslumbrado por su conversión en icono pop de la generación de los derribaestatuas.
La cosa tiene su lógica. A la generación más sumisa con el poder de los últimos cien años le corresponde un héroe cuyo único mérito conocido ha sido el de decir amén a todo lo que se le ha ordenado desde el poder.
Y es que no ha habido una sola orden política de Moncloa frente a la que nuestro Trofim Lysenko, el especialista en epidemias que no tenía el MIR, no haya genuflexionado. "No vamos a tener más allá de algún caso diagnosticado". "No hay razón para alarmarse por el coronovirus". "Esta enfermedad no nos está afectando demasiado". "Si mi hijo me pregunta si puede ir a la manifestación, le voy a decir que haga lo que quiera".
En Nueva Zelanda ha dimitido un ministro por saltarse la cuarentena y aquí tenemos a un epidemiólogo con mando en plaza que negó importancia a la epidemia cuando esta se extendía por el país. Que aconsejó o desaconsejó medidas de seguridad en función de los intereses propagandísticos del Gobierno y no de la salud de los españoles. Que dejó de contar fallecidos en cuanto al Consejo de Ministros le interesó desaparecer de los rankings internacionales. Y que se refirió a los 13.000 muertos que habían desaparecido de las estadísticas, los mismos que en toda la guerra de Kosovo, con la frase "nos quedan 13.000 muertos ahí".
Simón sigue sin dar con ellos, pero sí ha encontrado tiempo para posar para El País como el Bruce Springsteen de los cementerios. Monedero está muerto de envidia. Ahora que sus raps estaban a punto de enviar al paro a Kanye West, le aparece un nuevo rival en el horizonte del estrellato mediático. Hay que joderse.
"Fernando Simón está recibiendo agradecimientos sin excepción por parte de todos los sectores del país, sin embargo, él da testimonio con gran desolación de lo vivido" ha dicho Iñaki Gabilondo en El País.
Atentos a las expresiones escogidas por Gabilondo: "Sin excepción". "Todos los sectores". "Da testimonio con gran desolación de lo vivido". ¿Pero desde cuándo se dedican los periodistas socialdemócratas de referencia a copiar la retórica de los pies de foto del ¡Hola!? ¿Eso lo aprueba el libro de estilo de Álex Grijelmo?
El trabajo del periodismo es unir las líneas de puntos hasta que aparezca el dibujo oculto y entre las orejas "aerodinámicas" del presidente "más guapo de Europa" en La Vanguardia del pasado domingo y el Fernando Simón motero en El País del próximo domingo sólo cabe concluir que la prensa gubernamental, franqueadas ya cuatro de las cinco líneas rojas del periodismo –la militancia partidista, la complicidad con el incompetente, la sumisión al poder y la llamada a la yihad contra los críticos–, ha decidido asaltar la última fortaleza que le quedaba a su dignidad: la de la vergüenza ajena.
No van a quedar ni los cascotes.