He escrito alguna vez (me repito, pero la realidad se repite y no quiero tener menos armas) que el gran logro de Zapatero fue volver a meternos en nuestra historia, de la que por fin nos estábamos escapando. Éramos españoles descarriados y nos recondujo. Esto ha supuesto un fastidio tremendo, a cambio de una ganancia impagable: hemos restablecido el hilo con la tradición española.
Nuestros antepasados, que durante la Transición nos parecían unos seres extrañísimos, unos inútiles incomprensibles a los que les aplicábamos una mirada antropológica, se han vuelto nítidos de pronto. Venimos de ellos y somos ellos: volvemos a ser ellos. La desastrosa historia que hicieron es la que estamos volviendo a hacer.
Lo raro fue la Transición. Pero tuvo tanto éxito que nos precipitamos a decretar el fin de la historia de España, como Fukuyamas castizos. El famoso pronóstico de Gil de Biedma (“de todas las historias de la Historia, / la más triste sin duda es la de España, / porque termina mal”) nos parecía entrañable por equivocado. Habíamos logrado milagrosamente darle esquinazo a nuestro destino.
Era, lo vemos ahora, una ficción. Historiadores como Fusi habían creído en el final feliz, y por eso se sintieron descolocados cuando empezó a incumplirse. Otro de mis clásicos es citar lo que Fusi escribió de Zapatero en su Historia mínima de España (Turner, 2012), pero es que es fabuloso que el expresidente haya entrado en los libros de historia como el responsable de “la ruptura de consensos básicos vigentes, tácita o explícitamente, desde la Transición”. Tarea que han proseguido Podemos, Vox y Sánchez.
La contrapartida, como digo, es que ahora entendemos por qué hubo guerra civil, por qué la historia de España ha sido la que ha sido: es exactamente la que estamos viviendo, con esta descomposición en plena pandemia. En la cuarentena algunos se pusieron con Los episodios nacionales de Galdós para leer sobre la España actual. Yo acabo de terminar la excelente biografía de Valle-Inclán escrita por Alberca (Tusquets) y qué agobio de país (agobio, por cierto, que no remite cuando hay república).
Naturalmente, si todo se ha descosido es porque estuvo mal cosido. Pero habrá que admitir el mérito que tuvo coser aquello, que es esto que ahora se nos descose... Por lo demás, los que conocimos la dulzura de vivir la brecha con nuestros antepasados no podemos dejar de mirar a los españoles que hoy vuelven a las andadas como seres póstumos. (Los otros, los muertos.)