He leído la ¿biografía? mitad autorizada/mitad no de mi padrino Raúl del Pozo, No le des más whisky a la perrrita, que firman con pulso Jesús Úbeda (playboy de La Mancha) y Julio Valdeón (Umbral neoyorkino) y que sale a la luz el 7 de octubre. Los dos le meten ritmo a esas memorias que Del Pozo no quiere escribir porque para Raúl la escritura es teléfono, actualidad, llamadas al Emérito o a Monedero que le dan, así como en Dolby Surround, un informe de campo de lo que pasa y hasta de lo que no pasa en en este descalzaperrros que es España.
Uno tiene el privilegio de aparecer en las memorias calientes de su padrino como un personaje de Dickens, reducido -ay- al tópico dickensiano de que voy a a las redacciones a mendigar un corrida en Navalcarnero y de que sigo pasando frío en un altillo por la parte de Fuencarral. Así me vio hace doce años, y así me le he quedao para la posteridad: supongo que es de este modo como se hacen las leyendas. Lo mismo le pasaba a Umbral cuando veía que a Del Pozo le recogía un taxista; "Coño, de dónde sacas el parné para el taxi".
La novedad de sacarle a Raúl del Pozo los recuerdos está bien, porque está hiperconectado con el carajal patrio, tiene Twitter y dice mucho del futuro que nos aguarda. Pero también, y es mérito del entrevistador y del prosista que firman al alimón, los años golfos de Pueblo con aquel loro al que le daban orujo y las noches cachondas del Gijón donde un gitano de Cuenca -Raúl- y otro de Águilas -Paco Rabal- iban al mujerío guapo que por entonces había en el Madrid nocturno que iba de El comunista hasta las amanecidas flamencas en la Cuesta de las Perdices.
Raúl también se queja de la degradación del periodismo, que es disciplina que va homologando al morir con los harapos puestos. Raúl se quita la careta de lacónico de Cuenca y se les vuelve socarrón y andaluz apócrifo a Úbeda y a Valdeón, que sabían que tenían que cincelar a posteridad al personaje que tanto aporta a esto de los periódicos.
El arribafirmante lo quiere horrores, aunque Raúl le siga viendo a uno como aquel menesteroso al que le prestaron una corbata y se fue al 24 Horas de TVE a hablar "como un ministro de la UCD" con 28 años, a la sombra del Pirulí.
Contra las vocaciones fuertes, poco hay que hacer...