Decía el jueves pasado Oskar Matute en el Congreso que “hoy empieza todo”, y algunos lo han creído. Quizás porque su compañero Rodríguez, en el Parlamento vasco se divirtió un rato a costa de los del PNV mostrándoles lo evidente: el uso de la fuerza les sirvió a ellos –a los del PNV– mientras los herederos de ETA permanecían en el lado oscuro de la Democracia, pero ahora que han conseguido colocarse en el lado correcto de la Historia, ahora que se han convertido en seres de luz, los burgueses del PNV, todo corrección y olor a cuero y maderas nobles, ni van a seguir sacando rédito de los del hacha y la serpiente, ni son necesarios para conseguir “arrancar cosas en Madrid”.
Pero aun así, no empezó todo el jueves pasado. Ese momento en que iniciaron su entrada en las sedes de la soberanía popular sin asomo de vergüenza ni arrepentimiento y con el propósito de culminar lo que iniciaron con las armas, se gestó en los tiempos de Zapatero. Que después fuesen considerados gente de paz era solo cuestión de tiempo. Y ese tiempo transcurrió, y ahí están, subidos a la tribuna para decirnos que lo han conseguido y restregárnoslo a la cara.
Porque Zapatero dividió a los españoles en buenos y malos con visión retrospectiva, y en su reescritura de la Historia colocó a los bilduetarras en el lado de los buenos y desde entonces no se han movido de allí.
Recuerdo cuando llegó Goyoaga al Senado. Año 2013. Por la gracia del Parlamento vasco y los votos del PNV, senador autonómico. Abogado de los presos etarras, buscaba en la Cámara Alta una inmunidad que no merecía. Ni un duro en su declaración de bienes, ni una propiedad, ni tan siquiera una bici o un coche de tercera o cuarta mano. Un hombre sin pasado –¡ja!–. Escribí entonces en el diario El Mundo un artículo en el que recogía lo que pensábamos muchos: “No es de los nuestros”, y no lo era aunque se sentase en los mismos escaños, anduviese por los mismos pasillos o entrase en el hemiciclo por las mismas puertas que todos.
Hablaba sólo con los suyos –y no con todos– y con los de ERC –siniestra alianza– pero en cuanto al resto, se hacía el vacío, más o menos disimulado, a su paso. Al principio apenas aparecía, luego se dejó ver en las zonas comunes como si de verdad fuese un senador más, con gesto hosco, eso sí, porque la maldad sí tiene rostro.
Pasados los meses cogió confianza y empezó a presentar interpelaciones al Gobierno en las que hablaba de Democracia y Derechos Humanos, como un Stalin cualquiera departiendo sobre libertad de pensamiento o libre mercado.
Algunos nos ausentábamos del hemiciclo hasta que acababa su intervención. Algunos teníamos el estómago sensible, qué se le va a hacer.
Todo eso está ya superado y ese sentimiento de asco, de repulsa y de tristeza ya sólo es patrimonio de los que han perdido, de los que tienen la memoria viva y de las víctimas.
Cuando Vox se presentó a las elecciones andaluzas y luego a las europeas y a algunas autonómicas, mientras se les presentaba como extrema derecha, algunos intentaron –con poco éxito– poner a Podemos en el extremo izquierdo del tablero constitucional. Todo eso ya pasó. Ahora, los mismos que plantearon esa equidistancia decidieron que en ese otro extremo del tablero, estuviese, si acaso Bildu. Pero una vez Sánchez/Iglesias han pactado con ellos, una vez que forman parte de su proyecto, ni eso.
Son los mismos que permiten que se lance la llamada “foto de Colón” como el reactivo con el que medir el carácter democrático de la oposición que hacen el PP y Ciudadanos. Y lo peor es que esos partidos lo dan por bueno. De manera que en la escala de corrección política estarían a un lado el PSOE, Podemos, ERC, como se llamen ahora los herederos de Convergència i Unió y finalmente Bildu. Fuera de ese selecto club, Vox. En cuanto al PP y Cs, estarán dentro o fuera dependiendo de lo que se alejen de esa foto. Es decir, de lo mansos que sean.
Esta es hoy la situación. Se ha conseguido que provoque más horror la fotografía de una concentración a favor de la unidad de España que la de los cuerpos desmembrados del atentado de Hipercor o la del cadáver de Miguel Ángel Blanco con un tiro en la nuca.
Y no, no es sólo responsabilidad de la izquierda haberlo conseguido.