Mentiría si dijera que me sorprende. Desgraciadamente ya casi no me sorprende nada. Pero es curioso ver cómo muchos se han apresurado a señalar por racista al árbitro auxiliar rumano que, para indicarle al árbitro principal -compatriota suyo- qué persona del banquillo estaba protestando de malas maneras, dijo: "El negro. Ve y mira quién es. No se puede comportar de esa manera".
Entre los muchos indignados está el ministro de Deportes rumano, que ha pedido disculpas en nombre de su país y ha expresado su esperanza en que esto no acabe en un conflicto diplomático.
Así es como Sebastian Coltescu, un colegiado que anda en el declive de su carrera, con sospechas de haber amañado partidos, con algún intento de suicidio a sus espaldas, un pobre hombre que acaba de perder a sus padres en menos de un año por culpa del cáncer y que se ha separado recientemente de su mujer, se ha convertido en un hombre famoso. Mundialmente famoso.
No diré que no haya motivo para la polémica -ahí está la división de la opinión pública- ni que el racismo sea una cosa para tomarse a la ligera, pero si yo fuera testigo de una agresión protagonizada por una persona negra y la Policía me pidiera en una rueda de reconocimiento que identificara al autor, diría "el negro". Y si hubiera más de uno con ese color de piel, añadiría: "el negro con barba".
De la misma forma, si estuviera en una situación similar en Camerún y el agresor fuera blanco y se me mostrase entre hombres de raza negra, diría "el blanco". Al menos, mientras no esté prohibido describir a las personas por sus características físicas.
Pero, ¿y si el asaltante fuera calvo? Evidentemente no es lo mismo porque no hay detrás una larga historia de discriminación sobre los calvos -aunque más de uno haya sufrido lo suyo-, pero, de alguna manera, ¿no podrían también sentirse legítimamente víctimas? ¿Podría el árbitro auxiliar identificar en un banquillo de melenudos a "el calvo" sin que fuera interpretado como una ofensa al colectivo lampiño?
Si existen razones para que un hombre negro se moleste cuando se le define por el color de su piel, aunque sea de forma respetuosa y sin ánimo de ofender, hay que ser coherentes y acabar con toda la rama de la antropología dedicada al estudio de las razas. ¿Cómo estudiar algo que no se puede nombrar?
Estando como está la sensibilidad a flor de piel, es verdad que hubiera sido más inteligente que Coltescu dijera: "Ha sido el tercero por la izquierda, el de las botas azules". De ahí a convertirle en un racista...
Pero es un comportamiento muy humano correr a adscribirte al rebaño de lo políticamente correcto para sentir el calor del grupo. Es una forma sencilla de poder reafirmarte en lo bueno que eres tú y lo inmorales y malvados que son los otros. Ahora bien, más humano aún es intentar formarse un criterio propio de la realidad, incluso a riesgo de equivocarte.
No deja de tener su aquel que las autoridades rumanas -con todo lo que la Europa biempensante ha dicho de los rumanos- pida disculpas por este supuesto episodio racista. Tanto como que Coltescu sea un muerto de hambre -si se me permite la expresión- al lado del millonario Pierre Webó, al que llamó "negro". Pero ese ya sería otro debate.