Ayer fue un día grande para el populismo.
Guillermo Fernández Vara justificó la lentitud con la que sus funcionarios están vacunando a los ciudadanos en Extremadura con la excusa de que el gobierno regional está esperando a comprobar los posibles efectos secundarios de la vacuna de Pfizer en los primeros vacunados. Menudas Hurdes morales, las del presidente extremeño.
Lo de Vara equivale a confesar, así como quien no quiere la cosa, que se ha utilizado a los ciudadanos como cobayas de una vacuna de cuya benignidad el presidente regional no está convencido.
También, que los negacionistas de las vacunas tienen razón cuando recelan de la vacuna tocados con un gorrito de papel de plata en la cabeza.
Pero, sobre todo, equivale a decir que quién narices son esos gañanes de la OMS y Pfizer y la Agencia Europea del Medicamento para garantizar la seguridad y la eficacia de la vacuna al lado del ojímetro de un presidente regional del PSOE. "A ver si esto no va a estar bueno, copón".
Habría sido más digno decir que el perro se ha comido las vacunas.
Quienes sí parecen convencidos de la eficacia de la vacuna son el alcalde socialista de El Verger, su mujer (alcaldesa socialista de Els Poblets), el alcalde de JxCAT de Riudoms y un concejal del mismo partido y del mismo ayuntamiento, que se hicieron vacunar con las vacunas que habían sobrado en las residencias de ancianos de sus localidades.
Pero no pasa nada porque eso ha ocurrido en Cataluña y en su clon nacionalista de Hacendado, la Comunidad Valenciana. Regiones a las que no se les reconoce lo suficiente su esfuerzo por recuperar, sintetizándolas, las antiquísimas tradiciones españolas del pícaro y del cacique de pueblo.
La novedad es que los picaciques de ahora ya no son los hijos del notario franquista de la aldea, sino socialistas y nacionalistas de toda la vida de Dios.
Mientras tanto, Podemos, miembro del Gobierno con el que ha subido un 28% el precio de la luz en plena ola de frío, nieve e hielo, le dedicaba a sus votantes un divertido espectáculo de malabares a cuenta de sus antiguas promesas electorales.
Esas en las que los morados aseguraban que la factura de la luz nos iba a salir a los españoles por el precio de una bolsa de pipas cuando ellos llegaran al Gobierno.
Ahora sabemos, gracias a la ministra Teresa Ribera, que la factura de la luz nos sale, efectivamente, por el precio de una bolsa de pipas. De pipas de oro. Por eso pagamos facturas japonesas con salarios españoles.
A todo esto, la gran preocupación de la izquierda ayer en las redes sociales era la limpieza de los lavabos del Zendal. Lavabos en los que, como demuestra algún vídeo que corre por ahí, se podrían comer sopas.
Pero oye, cualquiera les quita la ilusión de su fake new del día. Si pudieran, quemarían ellos mismos el Zendal para demostrar que no es lo suficientemente ignífugo.
Estamos hablando de los mismos fans del Gobierno que calificaron de gilipollas a los españoles que se ponían mascarilla en marzo, cuando Fernando Simón decía que ponérsela era cosa de catetos (se ve que hace falta un master para utilizar una mascarilla sin abrirte la cabeza). Ahora sueltan espumarajos por la boca si te ven sin ella en una calle desierta porque el Gobierno dice que la mascarilla es im-pres-cin-di-ble.
Es la misma gente que ha defendido una cosa y la contraria, sin mayores conflictos intelectuales, en función de lo que le ha convenido al Gobierno en cada momento.
El mando único y la cogobernanza, la Sanidad Pública y los bulos sobre el Zendal, la extrema levedad de la Covid y la extrema gravedad de la Covid, el IVA y el no IVA, el feminismo y las ocurrencias del Ministerio de Igualdad, la democracia y un estado de alarma de seis meses sin control del Congreso, el estado de alarma y el tonto el último, los derechos civiles y la censura de los medios, la separación de poderes y el control gubernamental del Poder Judicial.
Y así es como avanza el populismo en nuestro país. No con los tuits de Donald Trump. Sino con las ocurrencias de una clase política que se comporta frente a las vacunas como los simios de 2001: Una odisea del espacio frente al monolito.
Que miente a dos carrillos y cuya acción de Gobierno consiste en salir por la tele y en endosarle sus responsabilidades a la oposición, a las comunidades y a la UE. Y eso mientras su socio de Gobierno se dedica a linchar y difamar a sus compañeros del Consejo de Ministros.
Que pisotea a sus ciudadanos mientras estos, embrutecidos hasta el paroxismo, incapaces del más elemental pensamiento crítico, compran todas sus ocurrencias, todas sus cacicadas, todas sus excusas.
Me pregunto qué creen esos ciudadanos que es el populismo.
Como en ese juego de mesa en el que se debe describir un término sin pronunciar una serie de palabras clave, me gustaría verles describir el término populismo sin mencionar las palabras Gobierno, PSOE, Podemos, izquierda española, nacionalismo, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.