Cada cuatro años, el Ministerio de Asuntos Exteriores se despacha con un largo documento llamado Estrategia de Acción Exterior. Tanto el de Mariano Rajoy, del año 2015, como este de Pedro Sánchez, de 2021, se caracterizan por unos análisis razonables de la situación mundial y una serie de recomendaciones buenistas (a veces surrealistas) con las que se pretende quedar bien con todo el mundo.
Veamos algunos ejemplos. Uno de los principales ejes de la política exterior socialista es el feminismo. Estoy por entender qué es la diplomacia feminista. Tampoco deben saberlo en el Ministerio de Asuntos Exteriores, toda vez que el compromiso es redactarlo en el futuro:
“Se elaborará una Estrategia de Política Exterior Feminista, con una estrategia y una metodología específicas destinadas a incorporar el enfoque de género en todos los ámbitos de la acción exterior”.
Parece un apartado del contrato de los Hermanos Marx en la película, Una noche en la ópera: una estrategia es una estrategia.
Otro eje esencial posmodernista es la diplomacia climática: “España liderará, con una diplomacia climática, los acuerdos contra el cambio climático. Impulsará una coalición internacional sobre el hidrógeno verde y se comprometerá en la protección de la biodiversidad”.
Mejor que liderar el clima del mundo (ahí es nada), más nos valdría ocuparnos de nuestra calidad medioambiental: realizar en España el Plan Hidrológico Nacional, el tratamiento adecuado de aguas residuales y de los residuos urbanos.
Una política de Estado en nuestras relaciones con las dictaduras de Cuba y Venezuela es inviable dado el buenismo y “comprensión” del gobierno socialista hacia Maduro y Raúl Castro. El Gobierno de España debe ser el único en el mundo que se cree que en Cuba hay un nuevo escenario político:
“Cuba se encuentra en un momento de actualización de su modelo político y económico a la Constitución adoptada en 2019 y a una nueva realidad que debemos estimular mediante un acompañamiento crítico, pero constructivo”.
El observador más ciego y sordo del Caribe sabe que mientras Raúl Castro siga oprimiendo a los cubanos de la isla por medio de su marioneta, Miguel Díaz-Canel, lo que hay allí es continuidad totalitaria castrista. No hay “actualización” ni nada parecido.
Y ahora vamos con un desliz contrario a la letra de la Constitución. Todos estos principios de diplomacia retórica socialdemócrata, de emergencia climática histérica, versión Greta Thunberg, y feminismo subvencionado de saltitos, que soslayan nuestros auténticos intereses nacionales, se confían a la acción diplomática de dos protagonistas, como si España, en lugar de una monarquía parlamentaria, fuera una diarquía:
“España tiene, igualmente, un gran activo para impulsar su acción exterior a través de la figura y la tracción de la Jefatura del Estado y de la Presidencia del Gobierno como los mejores embajadores de los principios y prioridades que desgrana esta estrategia”.
Equiparado como embajador el presidente del Gobierno con su majestad el rey, me pregunto si el redactor “pelota” de Pedro Sánchez cohabita en Exteriores o en la Moncloa.
El artículo 56 de la Constitución española señala con precisión que su majestad el rey es “el símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica”.
Dado que la “más alta representación” se refiere a una persona, no se entiende cómo es posible que la ejerzan dos personas. Poner en la “tracción” (vaya nombrecito) a la Corona, institución permanente que representa la historia y al conjunto de la Nación española, en el mismo nivel que la Presidencia del Gobierno, cabeza temporal de uno de los tres poderes del Estado, no es sólo una exageración: es una usurpación.
Prefiero pensar en un desliz antes que en una intención malévola. Creo que la práctica política de concentración del poder en el presidente del Gobierno, desde 1978, hace que todos ellos, desde Felipe González hasta el actual, padezcan una suerte de mutación mental en la Moncloa que les lleva a considerarse unos monarcas bis, pero con poderes efectivos.
Mientras la institución de la Presidencia del Gobierno no se vea reducida a lo que en realidad es (uno de los tres poderes del Estado), con seguridad el próximo Gobierno de 2025, sea del partido que sea, elaborará otra Estrategia de Acción Exterior parecida: vaciedad posmodernista, buenismo, palabras huecas, olvido de nuestros intereses nacionales y usurpación de funciones constitucionales que no le corresponden.