Nos han educado raro, digamos. Cuanto mayor me hago más claro lo tengo, porque sigo sin encontrarle el qué a los afluentes del Tajo. Es decir, ni los recuerdo, ni falta que me ha hecho jamás. Me pasa lo mismo con las cordilleras europeas y con las capitales africanas. Y ojo, que nunca bajé del sobresaliente y que me declaro partidaria de ejercitar la memoria a todo lo que da.
Y el cuerpo, y el sentido estético, y el pensamiento crítico, y la gestión emocional, y la curiosidad, y el cuestionamiento, y el debate, y la expresión verbal, y la valentía, y la espiritualidad, y la autoestima, y la empatía, y el disfrute porque sí, y la intelectualidad. Y los sueños, cada día.
La diferencia entre el Tajo y las asignaturas que propongo en el párrafo anterior es la de siempre: de estas no nos han dicho ni mu. Y así nos va.
Quizá peco de inocente, pero me da que, de habernos aleccionado sobre lo importante de la vida, materia que se podría resumir en de qué va el mundo, cómo funcionan las personas y quién narices soy yo, nos encontraríamos ante un panorama bastante diferente.
Para empezar, y no me voy a meter en política, que eso lo hacen mis compis divinamente, se lo pondríamos bastante más difícil a esta panda que nos gobierna. Otro gallo nos cantaría, ya no a la hora de votar, que también, sino a la hora de rebelarnos contra tanta desfachatez.
También es verdad que, si el sistema funcionara, según qué energúmenos no tendrían acceso a los sillones de piel de los que deciden. Otros más listos, más razonables, más cultos y más de todo se lo impedirían.
Lo de la selección natural en versión electoral. Selección electoral, se llamaría. Que nos dicen que ya existe, pero es broma.
La identidad, otra palabreja que he omitido. Perdón, es que hay muchas. Tampoco nos suena, normal: Luanda, Jartum y Kinsasa iban antes en el temario.
Lo de anclarte en tus principios, tus valores y en la responsabilidad sobre tus actos no es tan básico, chaval.
Nadie te lo va a requerir porque nadie piensa que sea necesario, ni para ser fontanero, ni para el sillón de piel. No te lo exigen porque el que debería hacerlo no tiene ni puñetera idea de que eso existe, así que perpetua el amiguismo y la mediocridad. Nos aferramos a lo conocido y eso lo conocemos bien.
La valentía y el pensamiento crítico sí los he mencionado y son los que deberían empujarnos para decirles un par de cositas a los que, apanarrados en sus sillones, se perpetúan en ellos gracias a la ausencia de radar ajeno.
Vuelo bajo y anodino, vaya a ser que alguien se haya estudiado el temario completo y se pispe de que soy un sinvergüenza.
En cuanto al resto de los mortales, el panorama sería también otro de haberlo aprendido, porque poseer criterio propio es una ventaja, quieras que no. Eres libre cuando decides y eres feliz cuando eres libre. Se me ha olvidado la asignatura libertad en el listado de arriba, perdón, con lo importante que es.
Convertirte en preso de las cadenas ajenas te vacía y te amarga, luego tú les contagias tu sufrimiento a los de alrededor y ya tenemos pandemia emocional. Todos en plan rebaño, anestesiándonos a fuerza de pantallas que nos abofetean, o con vidas ideales irreales, o con vidas de mierda reales.
Y nosotros, atontaos perdidos, pendulando la mirada de unas a otras para así no parar en la nuestra, vaya a ser que despertemos.
O que votemos sabiendo lo que hacemos.