¡Pobre patria!
Aplastada por los abusos del poder
de gente infame que no conoce el pudor
se creen poderosos y les va bien lo que hacen
y que todo les pertenece.
Entre los gobernantes
¡cuántos perfectos e inútiles bufones!
(Povera patria, de Franco Battiato. Se nos fue este martes. Lo siento)
Este lamento nacido al calor del proceso judicial Mani Pulite en 1992 en Italia contra la corrupción política no nos puede ser más cercano.
Y hoy no sé si quedarme con la a modo de Tangentópoli con la que ha concluido la última temporada de la serie catalana o si mirar al sur y constatar que Ceuta arde porque tampoco esto saben cómo gestionarlo Pedro Sánchez y su Gobierno.
Aburre lo de Cataluña, de no ser porque es España y duele. Pero asquea ver tanta “gente infame que no conoce el pudor” pretendiendo que hay épica donde sólo se ve reparto del botín, del poder, de la inmunidad y de más de quinientos sueldos, la mayoría injustificables. Por eso han parido un ratón idéntico al de todas las elecciones anteriores.
Y en cuanto a Ceuta, hoy es una ciudad asediada porque la política de verdad no es cosa de diletantes ni de gente sin principios ni ideas. Es cosa de adultos.
Quizá este Gobierno pueda mantener su impostura en España a fuerza de propaganda, pero cuando uno tiene que medir sus fuerzas con otros países, toda la parafernalia que vale para sostener la ficción en el tuyo no sirve de nada.
La Cruzada de los Niños, la de los jóvenes, salvando a nado el espigón que les separa de España con total impunidad y en festivas oleadas. Luego autobuses fletados para acercar a la gente a una frontera que, del lado marroquí, ya no es. Y ahí a lo lejos, retenidos los subsaharianos en las faldas de la montaña, como quien exhibe sus perros de presa sujetos por el gollete, para demostrar que si quieren, todo puede empeorar.
Lo que está pasando en Ceuta no es parte de una crisis migratoria, no es el resultado de la pobreza, ni de la pandemia: es un chantaje en toda regla. Y por si alguien tenía dudas, la embajadora de Marruecos en España nos lo confirma: “Hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir”.
El acto, la hospitalización en España del líder del Frente Polisario. Las consecuencias, la avalancha humana a nado y a pedradas.
Pero ningún país que se respete a sí mismo puede permitirse la sumisión a ese chantaje. A estas alturas ya deberíamos saber cuál es el punto débil de Marruecos, el órdago con el que negociar, del mismo modo que el reino alauita sabe los nuestros: abrir o cerrar la espita migratoria a voluntad y darnos o negarnos la información sobre el terrorismo islamista en nuestro suelo.
Porque tantos años de vecindad espinosa deberían habernos enseñado qué otra alternativa existe además de humillarnos y pagar. Pero no.
Hubo un tiempo en que Estados Unidos respondía por nosotros y ese episodio dizque ridículo del islote de Perejil fue la mejor prueba de ello.
Luego llego el 11-M, y Zapatero, y todo se fastidió.
Hoy Marruecos es socio preferente de Estados Unidos. Lo ha sido con Donald Trump y, para vergüenza de los progres, también lo es con Joe Biden.
Y como nada ocurre por casualidad, el presidente estadounidense, en plena crisis diplomática de Marruecos con España, no ha tardado ni un día en mostrarle su apoyo con la excusa de su posición respecto a Israel. Porque de eso va la política internacional, a ver si se enteran en la Moncloa.
La Unión Europea parece que ha comprendido que Ceuta y Melilla son su frontera sur, como lo son Sicilia o Lampedusa y como las islas griegas lo son al sureste.
Pero ¿cuál es la fuerza de Europa?
Y radio Tirana transmite música balcánica mientras bailarines búlgaros bailan descalzos sobre braseros ardientes.
Quizás sea algo así.