Pedro Sánchez es el presidente más fiable en 40 años de democracia y esto no es una afirmación irónica. Cuando Sánchez dice con el convencimiento de un amish que no hará algo, todo español sabe que es 100% seguro apostarse el coche, la casa y el primer hijo varón a que lo acabará haciendo. Ya sea meter a Podemos en el Gobierno, pactar con EH Bildu, hacer descansar la gobernanza en los partidos separatistas, tasar la luz a precio de sangre de unicornio o indultar a los líderes del procés. Como canta Christina Rosenvinge en Verano fatal, hacer siempre lo incorrecto es una forma de acertar.
Lo que no acaban de entender muchos ciudadanos es que Pedro Sánchez no miente cuando niega lo que luego pone en práctica. Lo único que hace Sánchez es usar su reclamo ornitológico. En cuanto el presidente afirma que no hará tal o cual cosa, no hay un solo populista español que no acuda de inmediato a la llamada con la lista de los reyes magos en la mano. Pedro Sánchez nunca miente. Sólo señala qué líneas rojas está dispuesto a cruzar a cambio de su permanencia en la Moncloa y deja después que los populistas coman de su mano.
Aunque parezca increíble dado que sólo quedan ellos, no han sido los diputados de Vox los únicos en darse cuenta de esto. También se han dado cuenta ERC, EH Bildu y JxCAT, por mencionar sólo la punta del iceberg de la Santa Alianza Reaccionaria española, la crème de la crème de la xenofobia nacional. A Gabriel Rufián sólo le faltó responder a Sánchez "cuéntame más" cuando este prometió en el Congreso que el PSOE no permitirá jamás un referéndum de secesión en España.
No sólo lo permitirá, sino que su arquitecto, el encargado de convencer a los españoles de que el referéndum de secesión no es un referéndum de secesión, sino una consulta no vinculante sobre un Estatuto de Autonomía que apenas rebase una mijita la Constitución, será el PSC. Esa es mi apuesta, aunque estoy dispuesto a debatir sobre los detalles. No sobre el qué.
Y Rufián lo sabe. Como lo saben todos los diputados del Congreso. Excepción hecha de los del PSOE, que siguen creyendo que cuando el presidente utiliza su reclamo para pajarracos está, en realidad, ahuyentándolos a escobazos.
Y de ahí lo de Rufián. Ese "dice que no habrá referéndum de autodeterminación, pero también dijo que no habría indultos y ahí están, denos tiempo" que le soltó el de ERC durante la última sesión en el Congreso de los Diputados antes de las vacaciones de verano. Es decir, en el momento preciso para incinerar con napalm el plan trazado por el gabinete de Pedro Sánchez durante meses. Prueba de que el presidente sabía que ya había encontrado comprador es que respondió como suele. Agachando la cabeza, mirando al suelo y agradeciéndole después a Rufián sus amables palabras. Es decir, mensaje recibido, estamos de acuerdo.
Este tonteo entre Sánchez y el peor de los populismos europeos, el catalanista, recuerda esos coqueteos en los que él sabe que ella sabe y ella sabe que él sabe que ella sabe, pero en los que ambos fingen estar sinceramente interesados en la profesión del otro porque pasar directamente a lo mollar y sin tanto rollo saduceo de por medio sería considerado grosero, cuando no directamente anticlimático e incluso heteropatriarcal.
Hay que fingir, en fin, que no se va a lo que se va para que la parte más preocupada por la percepción externa de sus actos pueda alegar frente al tribunal de la historia que no ha mediado decisión propia, sino tentación ajena. Es más viejo que la polca: Eva, la manzana, la serpiente, el paraíso, etcétera. El objetivo es que la responsabilidad final del asunto recaiga en un ente exterior. Y no tanto por beatería como por diversión, porque no hay nada que ponga más al diablo que el monjismo fingido. Pero así son los rituales de apareamiento y que tire el primer preservativo quién no haya pasado por docenas de estos.
El problema, claro, es que a Pedro Sánchez ya no le cree ni el apuntador. Y las risas en el Congreso cada vez que el presidente dice que no hará lo que todos saben que acabará haciendo empiezan a ser incómodos hasta para los más críticos con él. Aunque sólo fuera por conservar algo de misterio, Pedro Sánchez debería alguna vez mentirle a sus socios diciéndoles que va a hacer algo que luego no hará.