Cada ocurrencia de Irene Montero me parece más fascinante que la anterior. Es asombroso que alguien en la edad adulta y con responsabilidades considerables (madre, psicóloga, feminista, ministra) sea capaz de manter el espíritu de un niño.
Ojo, no lo digo con admiración sino con pasmo, con el estupor de quien no consigue dar crédito. No en el sentido “un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido” (si dice esa frase, no te lo folles) sino en el sentido de “dios mío, que no tienes ocho años, criatura” (mis disculpas a los niños de ocho años).
Lo digo, lo han adivinado, por la fantochada de los puntos violetas que se han sacado ahora de la chistera, como podría haber sido un conejo (con perdón), las del chiquipark para adultas Alcalá 37. Lo que ocupa 62 páginas bien podría haberse condensado, sin perder ni un ápice de su esencia, en un post it: PIDE AYUDA. No sé cómo no se nos había ocurrido antes.
Juro que no exagero. Hasta en más de quince ocasiones aparece la indicación “llama inmediatamente” seguida de los teléfonos de Emergencias, Policía Nacional, Guardia Civil, el 016 o ATENPRO. Una y otra vez. En realidad son 21, pero no quiero parecer el tipo de loca capaz de bajar a la piscina con el informe impreso y un boli dispuesta a diseccionar. Porque eso NO ha ocurrido y es importante que quede claro.
La consigna constante es pedir ayuda a las fuerzas de seguridad y pedir ayuda a otras personas que se encuentren en el lugar. Pero si todas las personas que se encuentran en el lugar hacen caso a Irene Montero y piden ayuda a otras personas mientras llega la policía, ninguna de las personas podrá prestar ayuda real porque estará pidiendo a otras que le ayuden a prestar ayuda. Es una llamada a la inacción. No le encuentro yo la utilidad más allá de crear una red de solicitantes de auxilio. Transversal, igualitaria y con perspectiva de género, eso sí.
Luego están las pegatinas. Ya sabemos que en Alcalá 37 son muy aficionadas a la pretecnología. Así que ponen a nuestra disposición un precioso círculo morado que podemos imprimir y colocar en los establecimientos públicos que quieran unirse a esta red solidaria. Así lo definen desde el Ministerio: “Distintivos para identificar a personas implicadas en la lucha contra la violencia machista: cualquier persona que lo utilice representará una puerta de acceso para las mujeres víctimas a los recursos que estas necesiten”.
Ojo a esto que es precioso. A partir de ahora, si ese punto rojo distingue e identifica a las personas implicadas en la lucha contra la violencia machista (sic), el resto seremos una panda de desgraciados. Me imagino. Porque hay cosas que no admiten grados. No se puede estar un poco embarazada, ni un pelín muerto. O lo estás o no lo estás.
Y si sólo aquellos lugares con un distintivo morado señalan un espacio seguro para las mujeres víctimas de violencia donde pedir ayuda para que pidan ayuda (recuerden que aquí la consigna es “pedir ayuda” cuando haya que prestar ayuda, y paramos, detentebala infalible en el imaginario misterwonderfuliano de la ministra Pin y Pon) es de suponer que los que no lo tengan son gentuza, ciudadanos perversos que mirarían hacia otro lado, que incluso se alegrarían de que una mujer esté sufriendo una agresión.
Yo me imagino los establecimientos públicos sin punto violeta como sucursales del séptimo círculo del averno con la música ambiental de un Stradivarius (la tienda, no el violín), donde una entra pero igual no sale. O sale a saber cómo.
Todo esto sería incluso divertido si no se estuviese invirtiendo tanto tiempo y esfuerzo, tal cantidad de recursos, en tener entretenida a la Montero cómodamente instalada en la inacción con florituras. Porque, en serio lo pregunto, ¿alguien cree que iniciativas como esta consiguen arreglar en algo el problema de la violencia de género? Y esto por no hablar del divorcio entre la alarma social sobredimensionada que lanza esta señora de manera irresponsable y el problema real y su percepción.
Un problema que, desde luego, no se puede perder de vista y que existe, pero que no necesita ser hiperbolizado.
En el avance del último barómetro del CIS, de julio de 2021, podemos ver que la violencia de género, pese a los esfuerzos de la ministra por sembrar el pánico, ocupa el puesto número 25 en los problemas que los españoles consideran de primer orden en el país. Sólo un 0,2% lo considera así. Cuando les preguntan por el problema que, personalmente, les afecta más, cae hasta el puesto 45.
Irene Montero, por cierto, es la ministra peor valorada por los españoles en el mismo estudio. Un 30,3% de los encuestados la valora con un rotundo MUY MAL. Yo ahí lo dejo.