Empecemos por definiciones. La gestación subrogada o reproducción por maternidad subrogada, lo que también conocemos como vientre de alquiler, es una práctica reproductiva mediante la cual, a través de un previo acuerdo voluntario con otra persona, una mujer queda embarazada, lleva la gestación hasta fin de término y luego da a luz a un bebé para esa otra persona y para que esta (sola o con una pareja) se convierta en su padre o madre. Sencillo.
La pregunta es ¿a quién daña que dos o tres personas adultas lleguen a un acuerdo voluntario, pacífico y donde no se perjudica a nadie? Un acuerdo que, además, se convierte en una forma de ayudar a personas que no pueden tener hijos (por el motivo que fuera).
La respuesta, al igual que la definición, es también muy sencilla: a nadie. Nadie sale herido y tampoco se violenta la libertad de otra persona ni de su propiedad.
Entonces, ¿qué tiene que hacer el Estado allí? Nada. El Estado debe entender sus límites y que no puede involucrarse en asuntos de la esfera privada de los individuos.
No obstante, pareciera ser que no muchas personas lo entienden. Sobre todo aquellos que están involucrados en el mundo de la política pública. Aquellos que se creen una especie de semidioses públicos sabelotodo con la capacidad ética y moral de decidir qué es lo mejor para los demás, qué está bien y qué está mal.
Pues no alcanzaba con decirte cómo tienes que gastar tu dinero, cuánto le tienes que dar a los políticos de turno a través de la extorsión y de ese castigo al éxito en que se han convertido los impuestos, cuándo puedes salir de tu casa y cuándo no, si tienes que usar una mascarilla o no, a qué individuo de otro país le puedes comprar sus productos o no, qué sustancias puedes consumir y qué sustancias no.
Ahora también está en debate la manera en que los individuos podemos ayudarnos a tener hijos a través de acuerdos voluntarios y pacíficos.
La alerta estatista tiene que encenderse cada vez que vemos a un político queriendo imponer una moralidad específica a través del Estado (es decir, a través del monopolio de la fuerza). Cuando esto sucede debemos alertarnos porque nos encontramos ante un individuo con creencias de superioridad moral, nacional o religiosa. Con una fatal arrogancia, como la señalada por el liberal austriaco Friedrich Hayek en el siglo pasado.
Gobiernos y políticos diciéndonos cómo debemos vivir nuestras vidas y cómo no cuando en realidad tu vida te pertenece a ti y a nadie más. Sólo tú eres dueño de tu vida y allí ni el Estado ni los partidos políticos pueden imponerte un modelo único a partir de lo que ellos definan como su modelo de vida perfecto.
Parece ser que en la actualidad son pocos los partidos políticos en España que, dentro de este lado del espectro ideológico y político, defienden las técnicas de reproducción por maternidad subrogada (algunos de una manera más tímida que otros): Ciudadanos y el Partido Libertario.
No obstante, corresponde hacer énfasis en que no se puede sostener un modelo altruista o exento de lucro al hablar de estos temas, ya que apelar al altruismo como defensa de la libertad individual es de por sí una contradicción en sus términos.
Autores del siglo pasado lo explicaron con mucha insistencia. Y entre ellos Ayn Rand, quien identificó el altruismo como uno de los grandes males de nuestros tiempos (y, ojo, no debemos confundir el altruismo con la buena fe, la bondad o el respeto por los derechos de los demás). La autora estadounidense de origen ruso, que escapó de la Unión Soviética, nos explicó que el altruismo declara que toda acción hecha en beneficio de los demás es buena y toda acción realizada en beneficio propio, mala.
Lo opuesto al altruismo es la moralidad racional del egoísmo. Es decir, el simple hecho de actuar en nuestro propio interés racional, sin perjudicar a los demás y sin esperar que otros se sacrifiquen por nosotros. La base moral del colectivismo, de hecho, es el altruismo, la absoluta autodestrucción a través del autosacrificio.
¿Por qué la gestación subrogada tendría que estar exenta de lucro? No hay motivos para exigir esto. No hay motivos morales, ni racionales, ni de ningún tipo para exigir esto.
Cada cual es dueño de su propio cuerpo y, como un autor de libros tiene el derecho y la libertad de vender la producción intelectual de su mente, o un artista las obras y pinturas que hace con sus manos, un ser humano también tiene que tener la libertad y el derecho de hacer con su cuerpo lo que desee mientras no cause daños a otros ni perjudique los derechos de las demás personas. Motivo por el que la gestación subrogada puede tener, sin ningún problema, fines de lucro, al igual que cualquier otra cosa que puedas hacer con tu cuerpo (como por ejemplo la prostitución, el contrato adulto consensuado y voluntario donde tú decides qué hacer con tu cuerpo).
Nadie hace las cosas por motivos caritativos. Eso es negar, al igual que hacen los marxistas, la realidad de la naturaleza del ser humano. Es negar los incentivos humanos. Es negar la libertad de acción.
Ningún político tiene derecho a valorar las razones por las que una mujer adulta acuerda de manera libre y voluntaria prestar su cuerpo. Los problemas éticos que los partidos conservadores y de derechas del espectro político español buscan presentar como argumentos son plena y completamente inválidos, ya que el Estado no tiene nada que hacer en la esfera privada de los individuos.
En la sociedad liberal cabemos todos. En las sociedades conservadoras o en las sociedades idealizadas por la derecha nacionalpopulista de nuestros tiempos, pareciera ser que no.