Samantha Power, embajadora de Barack Obama ante la ONU, fue una de las primeras personas en emplear la expresión “el fin del siglo americano”. Era mayo de 2017 y Donald Trump había confirmado su retirada de los acuerdos de París.
Era de esperar. Su lema America First! (América primero) era una herencia del popular movimiento aislacionista que en 1939 dominaba los campus universitarios.
[No es casualidad que Roosevelt, en la campaña presidencial de 1940, tuviera que prometer que no enviaría tropas al extranjero. Lo que sucedió después es Historia].
El Volksgeist americano siempre se debate entre dos cuerpos. Intervencionista, uno. Aislacionista, otro. Hay quien prefiere hablar de idealismo y realismo. Pero el repliegue actual no lo inició Trump.
Josef Joffe, editor del diario alemán Die Zeit, señaló con gracia y malicia que Obama no era un realista, sino un aislacionista con drones, y definió su presidencia como la “más desconcertante desde la entrada de Estados Unidos en el sistema de grandes potencias, allá por 1917”. Recordemos que Obama no vio una amenaza en la guerra civil siria ni en la invasión de Ucrania y era reticente a la gravosa presencia de sus tropas en Irak y Afganistán.
El veterano diplomático Richard Holbrooke, representante especial para Afganistán y Pakistán, murió en 2010 sin haber logrado reunirse con el presidente. Es justo señalar que Holbrooke era un tipo detestable y que Obama prefería despachar directamente con Hillary Clinton. Sin embargo, quien acepta el nombramiento de un hombre con quien no está dispuesto a sentarse demuestra cuán prioritarias considera sus tareas.
No es casual que George Packer viera en el final de Holbrooke el ocaso de toda una era. Su diagnóstico en el libro Nuestro hombre. Richard Holbrooke y el fin del siglo americano es inequívoco. Estados Unidos abandona en 2010 la pretensión de liderar militar y moralmente el mundo. Con Holbrooke muere el sueño (pesadilla de tantos) de que Estados Unidos tiene obligaciones allende sus fronteras.
Todo había empezado en 1941, con aquel editorial de la revista LIFE donde Henry Luce instó a su gobierno a unirse a los aliados para defender los valores democráticos y “crear el primer gran siglo americano”.
Ese siglo ha terminado antes de tiempo. Estados Unidos ha renunciado a su liderazgo mundial y las consecuencias son imprevisibles. Quizá hasta sea una buena noticia, quién sabe.
Lo que sí sabemos, porque la Historia nos lo ha repetido incesantemente, es que todo vacío de poder es una invitación a rellenarlo.