Operación Kabat. Siempre me han llamado la atención los nombres con los que la policía o la Guardia Civil bautizan sus actuaciones. No sé si tienen un directorio de nombres ocurrentes, si los deciden sobre la marcha o si hay alguien concreto en cada unidad (a menudo con cierto sentido del humor negro) que, después de pensárselo mucho, da con ese nombre que resume la esencia de lo investigado (o no).
No tengo la menor idea de a qué responde el de la operación Kabat, pero, dado que se refiere a los homenajes que se organizan en los municipios del País Vasco y de Navarra cada vez que hay suelta de etarras, se me ha ocurrido pensar si el nombre podría tener que ver con un método utilizado en fisioterapia (el método Kabat) cuya base, por resumir, está en una serie de técnicas con las que contraer y relajar músculos que están dañados.
Pienso en las víctimas del terrorismo etarra y en ese vivir en continuo sobresalto (relajación-contracción) esperando en qué momento, no ya sólo sus verdugos o sus vecinos, sino su Gobierno, el de España, les volverá a humillar, acabará con su paz (si la tuvieron) y les hará volver a preguntarse si tanta generosidad por su parte ha servido de algo.
Esos homenajes a asesinos (los ongi etorri), sólo explicables en una sociedad enferma, fueron los que tras la denuncia de una asociación de víctimas, pusieron en marcha la operación Kabat.
Los resultados de la investigación nos llevan de la indignación al asco por más que intuyésemos que lo que desvela es justamente lo que se esconde en el apoyo de Otegi a Pedro Sánchez y en el blanqueamiento gubernamental del etarra y de esa cordial relación entre pares.
Pero ya saben que no es lo mismo sospechar que tu pareja te es infiel que ver las pruebas del engaño.
Así que, a un lado de la mesa y en nombre del Gobierno, Ángel Luis Ortiz, secretario general de Instituciones Penitenciarias.
Al otro, Antonio López Ruiz, Kubati, asesino en serie.
Entre ellos, Julen Arzuaga, diputado por EH Bildu en el Parlamento vasco, y Joseba Azcárraga, exconsejero de Justicia del Gobierno vasco (PNV) y valedor de la red de presos de ETA.
Sobre la mesa, excarcelaciones y acercamientos de presos etarras a la carta. Una lista de la compra que Azcárraga va trasladando a Ángel Luis Ortiz (“que Ainhoa García se junte con Oier Urrutia en Villabona. Y Karmelo Lauzirika con Marta Izagirre en Logroño”; “Fiti a Burgos con Tximeno”) siguiendo las indicaciones que le va dando Kubati en su grupo de WhatsApp.
Ni gatitos que sonríen, ni memes ingeniosos, ni mensajes de buenos días. “El próximo martes tengo una nueva reunión con Ángel Luis [Ortiz]. ¿Tenéis alguna cosa concreta que os interese que traslade? Hala, la lista de prioridades”. Excarcélame a este, libérame a este otro.
Y al otro lado, desde Instituciones Penitenciarias, Ángel Luis Ortiz: “Estimado Julen”.
Y, como de lo que se trata es de la estabilidad de Pedro Sánchez en el Gobierno, esa lista no es la de los deseos imposibles, sino la de los que se cumplen.
Son parte de un acuerdo. Sólo una parte.
Hablamos de 2019. Cada semana, de cinco a siete presos etarras trasladados a cárceles vascas.
En 2021, se da por finalizada la política de dispersión.
En octubre del año pasado, el Gobierno vasco asume la competencia de prisiones.
“Estimado Julen”.