Hay días en los que te ves obligada a deshojar varias margaritas para elegir el tema de la columna. Me ocurrió el domingo, sin ir más lejos. Un periódico digital publicó la foto de un grupo de chicos de los frailes corazonistas celebrando la final del concurso Cesta y Puntos. Era el año 1971 y los alumnos del colegio de Vitoria se alzaban con el triunfo. En la foto, los jóvenes y algunos de sus profesores se mostraban en actitud eufórica.
Uno de los profesores aparecía señalado con una gruesa flecha roja. Se trataba del profesor Ángel Gabilondo, sacerdote corazonista que acompañaba a los participantes. Uno de los titulares adjuntos no podía ser más explícito. Según el periódico digital que proporcionaba la información, se mencionan “los abusos a los niños de los colegios donde Gabilondo fue fraile”.
Era algo más que una insinuación malintencionada. El hermano estaba allí, pero no participaba en los hechos. Sin embargo, el digital prefiere deslizar la duda. Contamina, que algo queda.
Otro periódico digital hace referencia a la llegada del hermano Gabilondo a Madrid en el año 1973. Fue llegar y convertirse en la comidilla del patio, añade. Qué menos. Los niños seguían con la mirada al nuevo curita, cuyo aspecto era una ofensa para el resto de los sacerdotes.
En realidad, más que un cura parecía un doncel, mitad seminarista, mitad arcángel. Su aspecto no ofrecía dudas. Los curas de más edad corrían de acá para allá con sus sotanas viejas impregnadas de olor a tabaco y sudor, pero el joven hermano llamaba la atención por su media melena limpia y la sotana ligeramente ajustada. Iba como un pincel. En aquella época se dijo que su presencia hacía que se tambalearan los viejos dogmas del colegio, y no era para menos.
Estas reflexiones, escritas días atrás en distintos medios de comunicación, han pretendido sonrojar al ahora defensor del Pueblo y, de paso, sembrar dudas sobre su capacidad para investigar los casos de abusos sexuales en la Iglesia.
Kiko Matamoros, que fue alumno de los corazonistas de Madrid y coincidió con el hermano Gabilondo, también escribió días atrás sobre algunos sacerdotes del mencionado centro. En su caso no hace alusión al exministro, si bien le reprocha su continuado silencio.
Era el mejor futbolista del colegio. También contaba con un club femenino de fans entre las chicas del internado de Santa Catalina de Siena.
El nuevo defensor del Pueblo cuenta con un buen historial académico y político. Fue rector de la Universidad Autónoma de Madrid y ha sido el único ministro de Educación que estuvo a punto de lograr una reforma consensuada de la enseñanza. Y algo más: ni es militante del PSOE ni ha entrado nunca en el barro de la política electoral. Dicho sea por desmentir a quienes no le consideran adecuado para investigar los abusos sexuales en el seno de la Iglesia.