1. El argumento redentorista: "Ucrania está gobernada por neonazis"
La idea de que Ucrania está gobernada por un régimen ilegítimo controlado por los neonazis y que debe ser por tanto "desnazificada" está más pensada para el consumo interno ruso que para el externo. Con ella, Moscú pretende excitar la nostalgia de la resistencia comunista frente al nazismo durante la II Guerra Mundial.
Aun así, y a pesar de ser radicalmente falsa, la tesis ha sido comprada por la extrema izquierda europea simpatizante de Vladímir Putin, con Unidas Podemos y Pablo Iglesias a la cabeza.
No es sólo que Volodymyr Zelenski, políticamente centrista, sea judío. Es que la influencia en el Gobierno de la extrema derecha (representada por el partido Svoboda y por el movimiento político ultranacionalista Práviy Séctor) es nula.
Es cierto que en Ucrania existen movimientos de extrema derecha y que estos tuvieron un papel relevante, aunque no central, en las protestas de la plaza Maidán entre 2013 y febrero de 2014. Protestas que tuvieron su origen en el descontento ciudadano con el Gobierno prorruso de Víktor Yanukóvich y su alejamiento de la UE, y no con esa fantasiosa conspiración de la CIA, la OTAN y la UE de la que habla Moscú.
Pero la idea de que el Regimiento Azov (de ideología neonazi, aunque formado originalmente por mercenarios croatas) es algo más que una unidad de combate utilizada desde 2014 por las Fuerzas Armadas de Ucrania para luchar en el Donbás contra los separatistas de Donetsk y Luhansk es absurda.
Que Rusia compare a los mercenarios de Azov con Al Qaeda o el ISIS no les convierte ni siquiera remotamente en una amenaza similar. Ni política ni militarmente.
2. El argumento humanitario: "Ucrania ha masacrado a los rusos en el Donbás"
La guerra entre el ejército ucraniano y los separatistas del Donbás estalló tras las protestas del Maidán, que Moscú interpreta como un golpe de Estado antirruso, y la posterior declaración de independencia de las regiones prorrusas de Donetsk y Luhansk. Estas últimas han sido apoyadas por el Kremlin de forma encubierta.
La guerra del Donbás suma ya 14.000 muertos a pesar de los acuerdos de Minsk II, firmados por Alemania, Francia, Rusia y Ucrania en 2015, y que pretendían poner fin a las hostilidades entre las Fuerzas Armadas ucranianas y las autoproclamadas República Popular de Donetsk y de Luhansk.
Moscú ha acusado en repetidas ocasiones al Gobierno de Kiev de "criminal" y de "asesinar a sus propios ciudadanos" en la guerra contra los separatistas del Donbás. Moscú ha negado también su apoyo militar a los separatistas, aunque existen pruebas concluyentes de su participación en el conflicto con tropas regulares camufladas como combatientes ucranianos independentistas y con envío de armamento.
Resulta además difícil desligar la guerra del Donbás de la invasión rusa de Crimea en 2014 y su anexión mediante la llamada Ley sobre Nuevos Territorios Federales. La Unión Europea y Estados Unidos no aceptan la independencia de Crimea, que consideran una ocupación ilegal, y la siguen considerando parte del territorio ucraniano.
En Crimea viven hoy dos millones de personas. Aproximadamente el 60% son rusos étnicos. Los ucranianos representan el 25% y el resto son mayoritariamente tártaros. El idioma más hablado en la región es el ruso.
En el Donbás viven unos 3,8 millones de personas. En Donetsk, aproximadamente tres de cada cuatro personas hablan ruso. En Luhansk, ese porcentaje ronda el 70%. El idioma es en ambos casos un buen indicador de dónde reside la lealtad de esos ciudadanos, aunque no exista una correspondencia perfecta entre lengua y sentimiento nacional (muchos ucranianos hablan ruso, pero son leales a Kiev).
3. El argumento etnicista: "Ucrania es Rusia"
La tesis de que Ucrania es un Estado artificial cuya única función es la de servir de "tapón occidental" para impedir el retorno de Rusia a las fronteras de la época soviética es uno de los argumentos que más han pesado en la decisión de Putin de invadir el país.
La tesis no nace con la Unión Soviética, sino que tiene su origen en el mito de la Rus de Kiev, el primer Estado eslavo ortodoxo que existió en la Europa del siglo IX y que Moscú considera el germen de la Rusia actual. La Rus de Kiev ocupaba buena parte del territorio que hoy ocupan Ucrania, Rusia y Bielorrusia, y se extendió hasta el siglo XIII.
Pero Ucrania es hoy un Estado independiente en el que pesa sobremanera la memoria histórica de su casi siempre infortunado sometimiento a la Rusia imperial, soviética o no. Y, muy especialmente, la memoria del Holodomor, la hambruna genocida provocada por Stalin entre 1932 y 1933 por su política de colectivización de la tierra y que acabó con la muerte de entre 1,5 y 12 millones de personas.
Ucrania, además, tuvo estatus nacional hasta el siglo XVIII, cuando fue asimilada por el Imperio ruso tras la victoria del zar Pedro el Grande contra el rey Carlos XII de Suecia en junio de 1709 en la batalla de Poltava. También fue brevemente independiente tras la Revolución de Octubre de 1917.
Ucrania no es un Estado homogéneo. Muchos de sus ciudadanos hablan tanto ruso como ucraniano. Ucrania ha implantado una política de marginación del ruso basada en cuotas muy similar a la que Cataluña y el País Vasco aplican contra el español en sus territorios, y eso ha provocado el recelo de muchos rusoparlantes. Pero las acusaciones de Moscú de genocidio cultural son una exageración que tiene como objetivo excitar el victimismo de los ucranianos prorrusos y el ardor bélico y la sed de venganza de los ciudadanos rusos.
4. El argumento geopolítico: "La OTAN está arrinconando a Rusia"
Es el argumento que más divide a los analistas internacionales y que enfrenta a los realistas (entre ellos Niall Ferguson y John Mearsheimer) con los idealistas.
Moscú acusa a la OTAN de haber incumplido su promesa de no extenderse hacia el este. Una promesa hecha a Mikhail Gorbachev tras la caída de la Unión Soviética y que la OTAN y Occidente en general consideran que tiene una excepción: la de aquellos países que solicitan voluntariamente su ingreso en la Alianza Atlántica por miedo a Rusia.
Los líderes rusos suelen esgrimir un caso de política ficción para defender su postura. ¿Qué ocurriría si México pactara con el régimen chino el establecimiento de bases militares en su territorio? Evidentemente, Washington lo consideraría una amenaza existencial contra los Estados Unidos. Y la crisis de los misiles de Cuba de 1962 es la prueba de que, en este punto en concreto, Moscú argumenta sobre tierra firme.
Pero también es cierto que la posibilidad de que la OTAN ataque a Rusia, en condiciones de paz, es inimaginable. Dicho de otra manera. Ucrania no aspira a integrarse en la OTAN por una supuesta voluntad de invadir o de atacar Rusia, sino precisamente como garantía defensiva contra las ambiciones imperialistas de Moscú.
La verdadera preocupación de Putin no es en realidad la posibilidad de un ataque de la OTAN contra Rusia, sino la de que los países que forman su cinturón de seguridad (Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Estonia, Letonia y Lituania) caigan en la esfera de influencia occidental y escapen al control y/o el influjo de Moscú. Ese es el verdadero motivo de la actual invasión de Ucrania.
La crítica de los analistas pertenecientes a la escuela realista es un ejemplo de realpolitik aplicada. Según ellos, Occidente ha espoleado en cierta manera la agresión rusa al coquetear con la posibilidad de que Ucrania pasara a integrarse en la OTAN y en la UE. Cuando esa integración se ha descartado para no escalar el conflicto, Ucrania se ha quedado colgada de la brocha en términos geoestratégicos y sola frente a Moscú.
5. El argumento de la doble vara de medir: "Moscú no hace nada que no hayan hecho los Estados Unidos antes"
…y que no haya hecho el propio Moscú en Crimea, Georgia, Chechenia o el Donbás. Estados Unidos es un imperio y su lógica es, efectivamente, imperial. Se puede discutir largo y tendido sobre lo acertado de la invasión de Afganistán o de Irak. Pero también la lógica de Rusia es imperial y también Rusia goza de apoyos en su bloque que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Entre ellos, el de China.
La hipocresía no está por tanto en la supuesta doble vara de medir con respecto a los Estados Unidos, sino en olvidar convenientemente todas esas otras guerras en las que Moscú ha participado en el pasado a sangre y fuego.
Sin olvidar que Ucrania es una democracia (imperfecta y todavía muy lejos de los estándares europeos, pero democracia al fin y al cabo), mientras que Afganistán o Irak no lo eran en el momento de ser invadidos por los Estados Unidos.
En cualquier caso, no es Vladímir Putin el más legitimado para esgrimir un cínico idealismo en las campañas bélicas americanas y un descarnado realismo en las emprendidas por Rusia.