El dios de la guerra llora sobre Ucrania. Y no sólo el dios de la guerra. También el de la miseria y la tristeza. Sorprende que un país tan pobre sea capaz de afrontar su destino con la heroicidad que cantan los telediarios.
Por suerte, Ucrania es rica en niños y ángeles. No todos los países del mundo pueden decir lo mismo. Desde que la maternidad subrogada es el objetivo de la ciencia y ha entrado en los libros de autoayuda, el país se ha convertido en la meca de los vientres de alquiler.
De todos los rincones del mundo peregrinan a Ucrania parejas en busca del sueño de la fertilidad. Aquí, más que en ningún otro sitio, los bebés low cost están al alcance de los bolsillos modestos. Por 45.000 euros (50.000 máximo) una pareja consigue lo mismo que en Estados Unidos, donde cuesta el doble.
Por tratarse del segundo país más pobre de Europa, Ucrania podría dar la impresión de utilizar la gestación subrogada como una salida laboral para jóvenes escasas de recursos. Sin embargo, no es así. Gestar un hijo para otra pareja no es una forma de obtener dinero fácil. La sociedad ucraniana tiene un barniz religioso que siempre ha condicionado la vida de las mujeres, mayoritariamente ortodoxas y católicas.
Así, las clínicas que ofrecen estos tratamientos de fertilidad no aceptan parejas gais, y las heterosexuales han de estar casadas. Ucrania es el país donde estos métodos son más baratos (o, si se prefiere, menos costosos). Por el contrario, Estados Unidos es el más caro del mundo, aunque no todos los Estados imponen las mismas condiciones.
En Kiev, Odesa, Járkov y etcétera se han disparado últimamente las cifras de nacimientos en los centros que algunos llaman eufemísticamente "granjas". En cuanto a las clínicas, reglamentadas por ley, disponen de buen nivel, y algunas hasta tienen refugios antiaéreos.
Cuando estalló la guerra se vivió un momento de intenso dramatismo en Ucrania. Muchas embarazadas quedaron atrapadas en sus lugares de residencia y no pudieron desplazarse. Un informativo de televisión emitido en España ofrecía imágenes de recién nacidos al cargo de unas cuidadoras. Sus gestantes los habían parido en un búnker de Kiev. En cuanto pudieron ponerse en pie, desaparecieron, dejando en el búnker a los niños.
"No tenían conciencia de su maternidad", comenta una periodista que tiempo atrás hizo un reportaje en Ucrania. Las gestantes ucranianas prefirieron dejar a los recién nacidos a cargo de las cuidadoras con la esperanza de que tarde o temprano aparezcan sus padres biológicos (se les denomina "biológicos" porque son los que aportan la carga genética).
A la espera de noticias, el frío y desangelado búnker se convierte en un orfanato provisional. Nadie sabe cuánto durará la guerra, pero hay que ponerse en lo peor. Un mensaje enviado desde Ucrania por unas muchachas en su séptimo mes de gestación decía: "Dirigido a los padres españoles de los niños de Kiev. No os preocupéis por vuestros hijos. Los trataremos como si fueran nuestros".
Francamente, me sonó a publicidad de la agencia que actúa de intermediaria.