Lo que más me gusta de este neofeminismo de enésima ola es que siempre está a lo importante. ¿A pensiones dignas para viudas mayores después de toda una vida sin cotizar por haberla dedicado a cuidar de los suyos? ¿A la conciliación real y efectiva para las madres trabajadoras? ¿A los despidos y destituciones, amenazas y hostigamientos a las feministas clásicas por su posicionamiento ante la ley trans? No. ¿Por quién las toman? Por las polémicas de Twitter.
Gracias a eso descubro al mismo tiempo quién es el Xokas y que tiene unos amigos que son unos cretinos. Unos amigos que permanecen sobrios a base de zumitos las noches de fiesta, dice, para "entrarles" (sí, me estoy haciendo la joven) a las "titis" (lo he vuelto a hacer) que han bebido, y así llevárselas "al huerto" (ya paro, lo juro). Qué mastuerzos.
Rápidamente se llenaban las redes de testimonios de mujeres empoderadas que habían sido violentadas en estado de embriaguez una vez hace veintiocho años o treinta. Contar tu abuso es el nuevo contar tu parto: si no han abusado de ti, no eres nadie en el movimiento.
Hasta artículos en prensa se habían escrito a los pocos minutos hablando de violaciones y la ministra de Igualdad ya le había endilgado el crío a alguna asesora para poder teclear en Twitter. Y en la radio, en la de siempre, nos leían la cartilla y nos explicaban que nos reímos mal. Fatal.
A mí, el Xokas y sus amigos, personajes carentes de interés, me la traen bastante al pairo. Pero sí me interesa la superficialidad de un feminismo capaz de igualar el beso furtivo a una moza etílicamente desinhibida, levemente piripi, con arrastrar por los pelos hasta la era a una desfallecida al borde del coma etílico y abusar de ella, y de llamarlo a todo "violación", banalizando el mal.
Un feminismo que ha conseguido alcanzar las instituciones y convencer a un montón de mujeres de que todo lo que pueda pasarles en la vida, de la más grande de las desgracias al más leve de los malestares, es únicamente por ser mujer.
Un feminismo que considera empoderador el delegar en los hombres nuestra tutela, seguridad y bienestar, considerándonos incapaces e irresponsables, y en el Estado el asegurarse de nuestros logros independientemente de nuestro talento y valía, genitalidad y cuotas mediante.
Vamos, un feminismo para el que somos torpes, inválidas e infantiles.
Que en la vida puedas toparte con un majadero como el amigo del Xokas, probablemente un torpe social incapaz de relacionarse con mujeres sin farfullar, es un avatar más del existir. Y no convierte a todos los hombres en abusadores y violadores. Ni a todas las mujeres en incapacitadas para gestionar sus emociones o su ingesta de alcohol. Ni al más liviano de los incomodos en abuso o acoso. Ni, por supuesto, a un tonto o un impertinente en un delincuente. Que los hay y también te los puedes encontrar.
Pero en este afán por colectivizar los traumitas individuales y elevar a categoría comunal lo que no lo es, ya éramos todas en un pispás unos entes infantilizados fácilmente abusables, necesitadas de la tutela de un buen hombre encargado de interpretar si es nuestro sí uno consciente y tiene valor alguno o si por el contrario es un sí pero no y lo que necesitamos es que no nos hagan caso, nos arropen y nos den un casto beso en la frente.
Aún no se había viralizado el vídeo tonto del chaval y ya estábamos delegando en otro nuestra responsabilidad y nuestro bienestar, restando valor a nuestros propios deseos.
Al final, el "sólo sí es sí" se había convertido en un "sólo sí es sí, pero a veces el sí es un no, aunque yo diga que sí convencida de ello en ese instante, pero tú no me hagas caso e interprétalo correctamente y obra en consecuencia ajustándote, eso sí y en todo momento, a lo que una feminista de bien considere adecuado para cada circunstancia en concreto, y cuida de mí, que para eso soy libre y empoderada, menos cuando bebo".
Es largo, no cabe en una camiseta y no tiene punch, pero es lo que hay. A mí que me registren.