Enrique García-Máiquez opina que el lío con el empadronamiento de Macarena Olona en Salobreña es un golpe de suerte para la candidata de Vox. No le llevaré la contraria a mi paisano, pero en los diez puntos en que apoya su tesis, no está el principal: el victimismo. Con esta zancadilla administrativa, Macarena y los suyos no hacen más que engordar su papel de víctimas.
Si se hubiera dado el caso de que finalmente esta no pudiera presentarse como candidata, por supuesto que sería una buena noticia. Desmovilizaría el voto de los dos extremos políticos y allanaría el camino de Juanma Moreno hacía una mayoría tranquila.
Por un lado, por mucho que Olona siguiese haciendo campaña, el que no pidiese el voto para sí misma sería desazonador para sus potenciales votantes e incluso para la propia vehemencia de ella.
Pero, sobre todo, dejaría en bragas la estrategia del PSOE y la de Adelante Andalucía, que basan su campaña en confrontar con la alicantina. ¿A quién dedicaría los vídeos entonces Teresa Rodríguez? En el momento que su contrafuerza se desvaneciese, caerían al suelo al verse luchando contra el vacío.
Pero Macarena, para solaz de los más cafeteros, seguirá siendo la candidata verde, pese a que como mucho habrá pernoctado cinco noches y media en la provincia granadina durante todo el año. Ya puede decir Manuel Martín, presidente de Vox en Granada, en un remedo de lo de Juana Rivas, que Macarena está en su casa, que no va a colar.
Más allá de la poca simpatía que me despierta Vox y menos aún la señora Olona, que es una pirómana a la que doy en llamar La Pasionaria Facha, y al margen de reglamentos burocráticos, creo que moralmente tiene todo el derecho del mundo a aspirar a presidir la Junta de Andalucía, aunque no sepa distinguir el oloroso del palo cortao, no haya escuchado un tema del sevillano Silvio o se piense que el menudo es un pollo pequeño.
A ver, que se supone que aquí abajo somos acogedores (y creo que Cristian Campos puede dar buena fe de ello) y no vamos pidiendo carnés en las fronteras de Despeñaperros, Cala, Ayamonte y San Juan de los Terreros. Andaluz, o eso pensaba yo, es todo aquel que quiera serlo.
De hecho, aquí no hay charnegos, ni maquetos, ni paletos, ni papardos. No hay una palabra que defina al que viene de fuera, y eso ya dice mucho.
En cambio, a Olona, en una campaña de juego sucio, se le ha mirado el DNI con luz ultravioleta. Un poco más y se le somete al estatuto de limpieza de sangre o se le exigen los ocho apellidos andaluces. O, peor aún, se le pide que recite de carrerilla la alineación titular del Betis del 84.
Dice Teresa Rodríguez, abanderada de este andalucismo excluyente, que "hay que tener poca vergüenza para llevar dos años representando a Andalucía en el Congreso y no haberse empadronao en Graná ni hablado de Andalucía en la tribuna hasta que no se han convocao elecciones". Hace tres semanas, su pareja, Kichi, mandó a empadronarse en otro municipio a quien no le gustase sus políticas para Cádiz. Ese es el nivel: anecdótico, por suerte.
Y si hablamos de paracaidismo, cabe recordar que ella (Teresita de Los Percheles) se presentó a unas autonómicas por Málaga, que el orensano exJemad Julio Rodríguez lo hizo por Almería y que Marlaska aterrizó como pudo en Cádiz para después mandar la tanqueta a Puerto Real.
Ahí todos tienen mucho que callar.
Oye, ¿y por qué alguien de fuera no va a gestionar bien la Junta? ¿Acaso hay que hablar como Marisú Montero para poder ocupar un cargo en San Telmo? Miren, en este "gobierno del cambio" el político que mejor lo ha hecho, pese a quedar a la sombra de Moreno y Bendodo, es el mallorquín Juan Bravo, que entre diplomacia, sensatez y buenas maneras ha confeccionado tres presupuestos que, entre otras cosas, han suprimido pesados impuestos. Como el de sucesiones, que forzaban a un buen número de andaluces a empadronarse fuera: total, si aquí siempre iba a ganar el PSOE.
Otro caso es el de Teófila Martínez, que bajó de Santander para ser la mejor alcaldesa de Cádiz, previo paso por el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María. Un caso en las antípodas es el de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, que es hija de La Isla de León.
Por terminar con Máiquez, comparto (en el doble sentido de la palabra) su punto número seis: "Este lío desactivará la peor tentación de Macarena Olona, que era hacerse la andalucísima. Ya tendrá que decir 'soy de Alicante, ¿y qué?'. Me presento como española a presidir una queridísima autonomía española".
Y remato con otro portuense, parafraseando a Muñoz-Seca: "Candidata Macarena / no te alquiles na en Sevilla / que ya sabemos to er mundo / que el domingo 19 gana Bonilla".