La Ley Mordaza es la bicha para Podemos y el independentismo. Les gustaría haberla reformado en el minuto uno de la legislatura. En su derogación están el cuerpo y el alma del populismo de izquierdas y del nacionalismo. O ellos o la ley. No hay alternativa.
La Ley de Seguridad Ciudadana de 2015 era para ellos la ley que silenciaba a la calle y protegía el poder represivo del Estado. Era la fuente de todas las desigualdades, la raíz del vicio más profundo de la política y el obstáculo para la liberación del pueblo. Y, sin embargo, ha estado más tiempo vigente con ellos que con el gobierno de Rajoy.
Dicen que es porque no hay acuerdo sobre el uso de las pelotas de goma. Que son tan importantes como para bloquear su ley insignia, la más importante de todas las leyes, la que es protección y fundamento de su proyecto.
PSOE y Podemos pueden estar de acuerdo sobre la memoria, la nación o la igualdad. Pero en cuestión de bolas de goma no, ahí sí que no hay acuerdo. Son más importantes las pelotas que las ideas. ¿Por qué?
Porque las pelotas de goma son un medio disuasorio imprescindible para la policía. Es la mejor forma de controlar a las masas violentas. En Francia no las usan, y los encontronazos entre policía y manifestantes son mucho más violentos.
El uso de pelotas de goma no es tan lesivo, es efectivo en la disuasión y evita una violencia mayor. Su tamaño es suficientemente grande como para no dañar al ojo y siempre se disparan contra el suelo. Si lo quitan, se producirán batallas campales mucho más crudas, enfrentamientos cuerpo a cuerpo, y se provocará un riesgo notable para los manifestantes y para los policías.
Y que no haya engaño. Podemos, ERC y Bildu no están defendiendo ni la seguridad ciudadana ni las libertades públicas, eso ya lo hicieron Corcuera y Fernández Díaz en su momento con bastante buen resultado. En la historia de nuestra democracia, los que exigieron respaldo legal y, por tanto, judicial, a las acciones policiales, fueron los ministros del PSOE y el PP.
Fueron ellos los disruptivos con la tradición legal franquista introduciendo una proporcionalidad entre el bien jurídico del orden público y la libertad de expresión, manifestación y reunión. Que no nos encandilen con su relato. Podemos y los independentistas quieren otra cosa.
No quieren un control efectivo de la acción policial, sino que la calle controle a la policía. Como también quieren que la calle controle a las instituciones. La calle son ellos, y la casta los demás. Es su genética, son revolucionarios de rancio abolengo.
Nada es improvisado. No son perroflautas, ni niñatos, ni pijas de Malasaña. No tomárselos en serio ha sido la irresponsabilidad más grande del Gobierno y de gran parte de la opinión pública española.
Tienen una ideología coherente, bien armada y construida, que viene de muy lejos, con su propia genealogía filosófica y una tradición consistente. Odian el orden, el sistema y la autoridad, y no van a parar. Por eso quieren prohibir las pelotas de goma.
Así que bienvenido sea este debate de fin de legislatura sobre las pelotas. Porque esa es la cuestión, y todo lo demás es un brindis al sol. Las pelotas de goma son la seguridad, la moderación y el uso efectivo de la autoridad. Su defensa es tomar partido por la policía, las leyes y las instituciones.
Celebramos que vayan ganando las pelotas, porque en una pelota de goma cabe todo el orden constitucional.