Eco de rumores en Madrid. Una idea resuena en la sucesión de entrechoques de los gin-tonics en las terrazas de la calle Jorge Juan. "Ticket electoral". Momento Kentucky. La posibilidad ha saltado de los despachos de gurús y consultores y se ha colado entre los bisbiseos de los corrillos periodísticos y los almuerzos de reservado.
Pedro necesita a Yolanda. Pero Yolanda también a Pedro. La comunión de intereses podría converger en una misma papeleta. Nunca hay que dejar de mirar a Italia. El ectoplasma de L'Unione que hizo primer ministro a Prodi susurra en Moncloa.
El párrafo anterior es inventado. (No ha sido necesario ChatGPT). Pero no es descartable que terminemos leyendo algo parecido dentro de poco. Ya sabemos que el día sin pan puede ser sustituido por el "proceso" de escucha de Yolanda Díaz como ejemplo característico de aquello que se hace largo. Pero todo llega a su fin y la plataforma Sumar salió ayer a la pista con la incógnita de si terminará acogiendo a Podemos en su seno.
Las cuitas internas de la sopa de letras que se mueve a la izquierda del PSOE se han aventado desde los medios de comunicación repitiendo una idea-fuerza: Pedro Sánchez necesita un buen rendimiento electoral de Yolanda Díaz para prorrogar cuatro años la estancia en el Palacio de la Moncloa.
Es un mantra curioso, porque está muy lejos de entroncar con la historia. Hasta ahora, los socialistas y sus principales competidores a la siniestra han funcionado como vasos comunicantes. Si a uno le va bien, es porque al otro le va mal.
La mayoría absolutísima de González deja a Carrillo en el Grupo Mixto en 1982. El proyecto de Izquierda Unida avanza conforme las mayorías socialistas pierden lustre. Las victorias de Zapatero deben mucho a la irrelevancia de Llamazares. La coalición IU coge aire cuando el zapaterismo se desfonda. Podemos irrumpe con fuerza inusitada coincidiendo con los peores registros socialistas desde la Transición. Sólo cuando el proyecto de Pablo Iglesias inicia el declive, Sánchez resitúa al PSOE como partido más votado.
Hay dos excepciones. Una parece un tanto irrelevante. En 1979, tanto los socialistas como el PCE ganaron diputados en un escenario que apenas se movió respecto a dos años antes.
La otra sí resulta un recordatorio más oportuno. En 2000, tanto el PSOE como IU tuvieron una bajada acusada de su representación.
Hagamos memoria. En aquellas elecciones, Joaquín Almunia se sacó de la manga una oferta a los comunistas. La propuesta tampoco era demasiado ambiciosa: un pacto de gobierno por escrito desde antes de concurrir a las urnas a cambio de que Francisco Frutos no presentara candidatura en 34 provincias en las que tenía muy poca posibilidad de obtener diputados.
Hubo gran movilización de abajofirmantes. Aquello terminó materializándose en muy poca cosa. Más allá del citado acuerdo para gobernar a posteriori, la alianza puramente electoral sólo se hizo efectiva finalmente en el Senado y de manera harto confusa para el votante.
En 27 circunscripciones, el PSOE presentaría sólo dos candidatos e IU, únicamente uno. De tal manera que el elector potencial podía marcar sus tres senadores haciendo pleno de aspirantes de ambas formaciones.
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Pero la idea de unión caló en el imaginario. Estuvo muy lejos de seducir a la parte del censo menos afecta al PP, que optó por quedarse en casa y no ser un obstáculo para la mayoría absoluta de José María Aznar.
De ahí que ese empeño de Moncloa, Ferraz y los altavoces habituales por catapultar a Yolanda Díaz nos despierte tantas dudas. Alimentar al otro conlleva no pocos riesgos. Si quieres que esté tan fuerte como para luchar con Vox por los últimos escaños de las provincias, será muy probablemente a cambio de que tú estés demasiado débil para negociar nada.
También sorprende la insistencia en hablar de ticket Sánchez-Díaz. Los conceptos importados de la política estadounidense deberían quedarse en la aduana. Ya es dudoso el empleo cuando sirve para englobar a un candidato autonómico y otro municipal de una capital. Pero al menos en ese caso sí se puede votar por los dos a la vez. Queda raro aquí si optar por el uno implica renunciar a hacerlo por la otra y viceversa.
A no ser que realmente sí formen un ticket digno de ese nombre. Eso nos lleva al sólo levemente distópico primer párrafo. Imaginen el giro de guión: Sánchez y Díaz decidiendo que el gobierno de coalición progresista acuda a la urna de diciembre como un todo. La idea parece hasta más atractiva para sus intereses en el que caso de que Podemos se descolgara y tuviera que recoger votos por su cuenta.
¡Cuidado! En Moncloa nunca dejaron de mirar a Italia. Momento Luna Rossa.