No podían caer más bajo y lo han hecho. Nadie habría apostado a que aún podían pervertir más su conciencia y miren por dónde lo han logrado. Ninguno habríamos dicho que aún les quedaban nuevas formas de ultrajar la memoria de las víctimas y ellos las han inventado. Todo con tal de seguir en el poder.
Lo suyo no es la cobardía de quien se queda callado por miedo, más bien la complicidad del que calla para legitimar. Porque este no es país para víctimas, dejó de serlo cuando un presidente prefirió pactar con los herederos de los asesinos a quedarse sin trabajo.
Miren que es fácil la elección entre la conciencia y el trabajo. No hay que ser ningún héroe y sin embargo aquí estamos. Porque Pedro Sánchez vino a decir que la conciencia no da de comer, que la conciencia no cotiza y que por tanto para qué votar en conciencia o gobernar con la misma. Desterró la suya el día que pactó con EH Bildu (sirviéndose de sus votos para llegar a la Moncloa, aprobar Presupuestos Generales y otras tantas leyes hasta ahora) y de paso quiso desterrar la del resto de españoles para no sentirse un paria entre nosotros.
El PSOE, desde entonces, no levanta cabeza, ni la conciencia tampoco. Le colaron sus socios 44 etarras en las listas y lo máximo que le escuchamos decir al presidente del Gobierno es que aquello no era "decente". Pero para qué iba a romper sus acuerdos con EH Bildu, para qué marginarlos políticamente, si no pidieron perdón entonces. ¡No señor!
Esta es la visión que se ha impuesto en España: mejor con EH Bildu que con la derecha. Mejor la ruina que la derecha. Mejor muertos de hambre y sin trabajo que con la derecha. Y paupérrimo final es el de estos días: mejor con los asesinos que con las víctimas. Ya dijeron ayer que es preferible Otegi a la derecha. Este es el problema de la izquierda, que desde hace tiempo se mira al espejo y no da la talla.
Si esto es lo que queda del PSOE, ¡Dios mío, qué solos nos quedamos los demócratas!