En cualquier casa de bien saben que a la hora de la siesta no se llama. Y por eso el que lo hace es, o un comercial desde la otra punta del mundo, o un pesado, o las dos cosas.
Ser pesado, por mucho que se diga, tiene algo bueno. El mundo en verdad es de los pesados. Si tiene un hijo pesado, tiene un tesoro. Se consiguen más cosas por intensidad que por inteligencia.
A Pedro Sánchez se le ha subestimado porque se quería ver en él a un tipo inteligente, y por eso ha ganado a tantos que lo eran mucho más que él. Nadie supo ver que en realidad es un pesado. Es tan pesado que se monta solo en un coche para dar la monserga por los pueblos de España. Le echan y vuelve. Sería un gran vendedor de enciclopedias a domicilio, el rey de la puerta fría. Porque Sánchez tiene esa virtud tan infravalorada por los coach empresariales, que es la pesadez.
Todo el mundo le ha dicho que no, que se vaya, que ya está bien. Se lo han dicho en Valencia, Aragón, Baleares, Cantabria y hasta en Sevilla. Pero un pesado lo es precisamente por eso, porque no se va ni con agua caliente. Pone cara de no enterarse, sonrisa pasivo agresiva, y a lo suyo. Es el único que no ha parecido enterarse de que ha provocado una hecatombe. Es el tío plomo de la fiesta, el del chiste inoportuno.
Pero no ha contado con que en España hay algo que se valora por encima de todas las cosas, y eso no se le perdona ni al más pesado de los pesados. En España el descanso es sagrado. Todos somos Àngels Barceló. Todos somos esa cara de "¡otra vez, no, por favor!". Ese aspaviento de "las vacaciones tú no me las tocas".
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No hagas, ni a Barceló ni a nadie, volver a empezar después de unas semanas tan pesadas de campaña. No le hagas sufrir otra campaña más, y los debates, y cubrir mítines, inventar zascas, jornadas de reflexión y noches electorales. No se nos puede hacer correr otra maratón cuando acabamos de llegar a la meta.
El verano es para descansar, entre otras cosas, de la política. El 23 de julio es un día para ver la última etapa del Tour de Francia, no para ir a votar. ¿Se habrán dado cuenta los estrategas de Moncloa de la fatal coincidencia?
Sánchez se ha pasado. Está tan preocupado consigo mismo que no ha medido que el estado de ánimo que mejor define al votante es el hartazgo. Estaremos de vacaciones, y hacernos votar en chanclas y pareo nos va a hacer ir a las urnas de muy mal humor.
La política no es todo para los españoles.
España es un país de gente bastante normal, bastante independiente y bastante harta. No es una cuestión de izquierdas o derechas, de liberales, socialistas, comunistas o comunitaristas. No es una ola europea de las derechas. El momento político actual no tiene que ver con nada de eso. Sólo estamos hartos de que se nos agite, y el domingo quedó muy claro. La mayoría tranquila quiere desconectar.
Creo que esta vez ha calculado muy mal. No hay inteligencia maquiavélica detrás de este nuevo movimiento. Sólo el narcisismo incorregible del que quiere salvarse a sí mismo sin medir el precio. Pero a la hora de la siesta no se llama, y a finales de julio no se convocan elecciones.